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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Levantóse entonces y comenzó a pasear, haciendo gestos de temor y de alegría, piruetas de niño y de loco, parándose ante el espejo como si quisiera interrogar a su propia imagen, deteniéndose ante el velador para coger las gotas de esperma que se deslizaban a lo largo de las bujías color de rosa, y estrujarlas entre los dedos haciendo bolitas con ademán reflexivo, imponente, amenazador...
El conde la detuvo con un gesto. Espera. Amalia permaneció inmóvil, con la mano en el marco de la puerta, clavándole una mirada penetrante. El conde siguió paseando todavía algunos momentos sin hacer caso de ella. Está bien dijo con voz enronquecida, parándose; no se efectuará el matrimonio. Tú me dirás lo que debo hacer. Su rostro demudado revelaba la calma de la desesperación.
En ocasiones, cuando algún caballero de la Pola venía á visitarle, repentinamente comenzaba á dar furiosos paseos en su presencia, y parándose de improviso y señalando con extravío á las paredes y al techo de la estancia exclamaba: ¿Ve usted este salón? ¡Pues los pájaros no tardarán mucho tiempo en anidar aquí!
Por esto le gustaba más, cuando el tiempo no era muy frío, vagar por las calles, embozadito en su pañosa, viendo escaparates y la gente que iba y venía, parándose en los corros en que cantaba un ciego, y mirando por las ventanas de los cafés.
Leto, sonriendo de cierta manera habitual en él, contestó a su padre: ¡Si supiera usted la procesión que me anda por dentro!... ¡Ay, Leto del alma! replicó don Adrián parándose en firme . Pues si a procesiones fuéramos... ¡quién, en casos tales, no las llevará consigo, en más o en menos, caray, hasta hacerle temblar las choquezuelas?
Parándose después delante de su pobre amigo, le dijo: Partid, Stein. Stein se levantó, apretó entre sus manos las del duque; ¡quiso hablar, y no pudo! El duque le abrió sus brazos. Valor, Stein le dijo ; y hasta la vista. ¡Adiós, y... para siempre! murmuró Stein, arrojándose fuera del cuarto. Cuando el duque estuvo solo, se paseó largo rato.
Volviendo luego a andar con mayor lentitud y con cierta vacilación, como si el respeto le contuviera, siguió el pájaro peregrino caminando hacia Poldy, y parándose a cada dos o tres pasos como si aguardase el permiso de llegar hasta ella.
Parándose repentinamente ante Adriana, recobraron la habitual expresión seria y grave; luego, en el tílburi cuyas riendas les entregaba un peón de la estancia junto al veredón, reflexionaron vagamente en aquella extraña muchacha con quien jugaran tanto de criaturas, y que ahora, por más que hablaran con ella todos los días, les parecía un ser cuyo espíritu oscuro no penetrarían jamás.
Dio unos paseos en silencio, y dijo parándose delante de su madre: ¿Y yo, entonces? No dudo que, como agradecimiento, mi hermano te dejará... Un hueso que roer. ¡Vaya una ganga! ¡Raúl!
Cruzáronse entonces las miradas de ambos; ella permaneció impasible, serena, y con voz que denotaba perfecta tranquilidad de ánimo, dijo a la niñera: Haga usted seña a Manolo para que arrime. Entre mirarla y oírla no le quedó duda a don Juan; y fue tal la impresión que le produjo ver confirmada su sospecha, que, parándose involuntariamente, murmuró: «¡Cristeta!»
Palabra del Dia
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