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Puede ser, señor; pero se me hace que no han de haber mirado mucho las plantas; ¿qué decís vos, hijita?... Yo la trato a ésta así porque la he tenido en mis faldas... ¡pero hace quince años! ¿eh? dijo Baldomero riéndose. ¿Y ya se van? preguntó la Pampita dirigiéndose a Baldomero... ¡Avisa!... le dijo éste, parándose y contemplándola fijamente. Déjese de zonceras. ¡Cuándo tendrá juicio!

Me han dicho que juras en casa como un carretero... Estas últimas palabras las dijo D. Bernardo con más alta entonación y parándose frente a su sobrino.

La vida matrimonial se le hacía inaguantable... Por eso se separó de su marido y se echó a llorar sin consuelo... Felizmente, en la azotea del palacio anidaba una pareja de cigüeñas. Eran curiosas, y como tenían las patas muy largas y muy largo el cuello, parándose en la punta de las patas y estirando el cuello, veían por las ventanas lo que pasaba adentro del palacio.

D.ª Carolina se alzó del sofá y dio tres o cuatro pasos. ¡Si supieran ustedes cuánto lo temo! dijo parándose. No lo puedo remediar; siempre que voy a decir algo importante a Pantaleón, me sucede lo mismo, me pongo temblorosa; toda me aturrullo... Mire usted cómo me tiembla la mano, Costa. Mario apretó la mano de su futura suegra, pero no pudo comprobar el temblor.

Don Víctor llegó a creer que a Mesía ya no le importaban en el mundo más negocios que los de él, los de Quintanar, y sin miedo de aburrirle, tardes enteras le tenía amarrado a su brazo, dando vueltas por las tablas temblonas del salón, parándose a cada pasaje interesante del relato o siempre que había una duda que consultar con el amigo. Don Álvaro sufría el tormento pensando en la venganza.