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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Conocía jóvenes ricos, sin otras aspiraciones que cambiar ocho veces de traje todos los días. Otros iban en automóvil por las calles, sin rumbo determinado, parándose ante una casa para subir de nuevo en el vehículo y seguir la marcha, como huyesen del fastidio que iba tras ellos.

Vamos, ya conocerá usted á alguna otra persona dijo el cura parándose y fijando en el semblante de Clara sus picarescos ojuelos. ¿De dónde viene usted ahora? De casa de unas señoras, donde estaba. ¿Y allí no conoció usted más que á esas señoras? No, señor dijo Clara asustada del giro que tomaban las preguntas del clérigo.

El perro, más exaltado o con menos miedo al ridículo, se lanzó a la calle expresando su entusiasmo por medio de ladridos y saltos prodigiosos, ahora parándose bajo el chorro y dejándose bañar, ahora brincando sobre él, ahora dando un millón de volteretas y haciendo cómicas contorsiones, sin cesar nunca de exhalar el frenesí de su entusiasmo en ladridos más o menos correctos e inspirados, que de esto no entiendo.

Ora andando, ora parándose a reposar, se le pasó todo el día y llegó su segunda noche de vagabundo. No sabía dónde se hallaba; pero creyó que se despertaba en él una vaga reminiscencia de aquellos sitios. Era una dilatada dehesa o coto, donde había de haber abundancia de conejos y liebres. El terreno era quebrado y cubierto de matas o monte bajo.

Cuando Miguel entró estaba vivamente satisfecho porque los pantalones que estrenaba le habían salido muy bien. Dio tres o cuatro vueltecitas taconeando por el gabinete, y parándose delante del espejo, dijo: ¿Qué tal, Miguel, te gustan estos pantalones? Miguel no entendía casi nada, pero contestó afirmativamente.

¿Crees que alguna vez se hayan perdido once mil duros? repuso en tono amargo parándose frente a ella . Es decir, se pierden, ; pero otros los encuentran antes de llegar al suelo. Acabando de decir esto, quedó repentinamente suspenso, como si brillase una luz salvadora en su cerebro.

11 y dije: Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante, y allí parará la hinchazón de tus ondas. 12 ¿Has mandado a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar, 13 para que ocupe los fines de la tierra, y que sean sacudidos de ella los impíos? 14 Trasmudándose como lodo de sello, y parándose como vestidura;

¡Torna! dijo Bermúdez, parándose delante de ella : ¿habías vuelto a salir? ¿Vuelto? repitió Nieves muy azorada . ... no... Vengo ahora, papá. ¿De dónde, hija? Pues de pasear... ¿Desde que yo te dejé?... Desde que me dejaste. Cabal. ¡Canástoles con el paseo! Pues ¿hasta dónde has llegado?

De pronto sonó en la huerta un ¡ah! prolongado y gozoso, como los que lanza la multitud en presencia de los fuegos artificiales. Todas las recogidas miraban al disco, que se había movido solemnemente, dando dos vueltas y parándose otra vez. «Aire, aire» gritaron varias voces. Pero el motor no dio después más que media vuelta, y otra vez quieto.

39 Y los que iban delante, le reñían que callase; mas él clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de . 40 Jesús entonces parándose, mandó traerle a ; y cuando él llegó, le preguntó, 41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que vea. 42 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha hecho salvo.

Palabra del Dia

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