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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Sentóse el escribano en un poyo para escrebir el inventario, preguntándome qué tenía. "Señores -dije yo-, lo que este mi amo tiene, según él me dijo, es un muy buen solar de casas y un palomar derribado." "Bien está -dicen ellos-. Por poco que eso valga, hay para nos entregar de la deuda. ¿Y a qué parte de la ciudad tiene eso?", me preguntaron. "En su tierra", respondí.

Su caridad se extendía hasta los animales. Desde la edad de veinticuatro años, en que la chacha Ramoncica se quedó huérfana y vivía en casa propia, sola, le hacían compañía media docena de gatos, dos ó tres perros y un grajo, que poseía varias habilidades. Tenía asimismo Ramoncica un palomar lleno de palomos, y un corral poblado de pavos, patos, gallinas y conejos.

Les invitaron a subir con engaño a un palomar alto diciéndoles que desde allí se veía el interior de la capilla, y luego me les encerraron hasta media tarde.

"Mayormente -dijo- que no soy tan pobre que no tengo en mi tierra un solar de casas, que a estar ellas en pie y bien labradas, diez y seis leguas de donde nací, en aquella Costanilla de Valladolid, valdrían más de doscientas veces mil maravedís, según se podrían hacer grandes y buenas; y tengo un palomar que, a no estar derribado como está, daría cada año más de doscientos palominos; y otras cosas que me callo, que dejé por lo que tocaba a mi honra.

La autoridad de don Roque cerró por misma la puerta del palomar, y puso la llave «acto continuo», bajo la custodia de Marcones. Después continuaron su marcha peligrosa. No habían caminado mucho espacio, cuando en una de las calles más estrechas y lóbregas, acertaron a ver el bulto de una persona que se acercaba cautelosamente a la puerta de una casa y trataba de abrirla.

Así que, Sancho mío, volveos a vuestra casa, y declarad a vuestra Teresa mi intención; y si ella gustare y vos gustáredes de estar a merced conmigo, bene quidem; y si no, tan amigos como de antes; que si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas. Y advertid, hijo, que vale más buena esperanza que ruin posesión, y buena queja que mala paga.

Desgraciadamente, esos archivos son muy ricos y el palomar está lleno de ellos desde el techo hasta el sótano. Ayer, había ido muy temprano á casa de la señorita Porhoet, con el fin de acabar antes de la hora de almorzar el examen del legajo núm. 115, que había comenzado la víspera.

Precisamente junto al oratorio había una gran sala con excelentes luces, en otro tiempo palomar, que ni hecha adrede sería mejor para aquel objeto. Con tanto brío se restregaba las manos Bringas, que poco faltó sin duda para echar chispas de ellas. «Vamos bien, bien. Vea yo, y verán todos mis obras...» era lo que sin cesar decía. Inútil creo decir que Rosalía estaba también muy alegre.

Por desgracia la nueva esposa mostraba afición suma a recorrer la casa, a informarse de todo, a escudriñar los sitios más recónditos y trasconejados, verbigracia desvanes, bodegas, lagar, palomar, hórreos, tulla, perreras, cochiqueras, gallinero, establos y herbeiros o depósitos de forraje.

Entonces toma la actitud que le es habitual cuando canta; cruza las manos sobre las rodillas y fija la vista a lo lejos, en dirección al palomar. ¡Qué vamos a cantar? pregunta. «¡Ay! ¿cómo es posible eso?...» propone Juan. Ella menea la cabeza. Nada que hable de amor dice con sequedad. ¡Es siempre tan estúpido! El le dirige una mirada sorprendida.

Palabra del Dia

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