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Actualizado: 13 de junio de 2025
Todo el mundo utilizaba sus servicios, se burlaba de su acento y le daba palmadas amistosas a la espalda, sin que a nadie se le ocurriese darle nunca una propina. M. L'Ambert lo sorprendió varias veces sacando agua, cambiando de sitio los muebles más pesados, encerando los pisos de madera.
Descabezaba una tarde la siesta el marqués, cuando llamaron a la puerta con grandes palmadas. Abrió: era Rita, en chambra, con un pañuelo de seda atado a lo curro, luciendo su hermosa garganta descubierta. Blandía en la diestra un plumero enorme, y parecía una guapísima criada de servir, semejanza que lejos de repeler al marqués, le hizo hervir la sangre con mayor ímpetu.
El majo suelta una ruidosa carcajada y exclama dándole afectuosas palmadas en la espalda: ¡Sí que lo pierdo! ¿Quieres aprovecharlo tú? El señor Rafael había oído la carcajada y se acercó para saber lo que se trataba. Velázquez le informó riendo. Dió el viejo un paso atrás y, mirando fijamente á su sobrino, se santiguó diciendo con gravedad: Sobrino, no nos separamos. Yo no deshago la sociedad.
Tengan calma, porque si no me veré en el caso de llamar a una pareja. ¡El talonario, el talonario! chillaba Jacinta, dando también palmadas. Paciencia, paciencia. No tengo aquí el talonario. Está abajo, en el escritorio. Luego... ¡Bah!... ¡se está burlando de nosotras!... No, no dijo Guillermina con ardor , ya no puede volverse atrás. Yo no me voy ya sin la firma.
Así estuvo no sé cuánto tiempo, hasta que le hizo variar de postura su amigo Bailón, dándole palmadas en el hombro y diciéndole: «No hay que amilanarse. Pongamos cara de vaqueta a la desgracia, y no permitamos que nos acoquine la muy... Déjese para las mujeres la cobardía. Ante la Naturaleza, ante el sublime Conjunto, somos unos pedazos de átomos que no sabemos de la misa la media.
Los gritos y palmadas de los otros rusos acompañaban estas agilidades de loca danza gimnástica. Los judíos polacos y galitzianos, envueltos en sus hopalandas de carácter sacerdotal, contemplaban el espectáculo rascándose las barbas luengas, contrayendo los matorrales de sus cejas casi unidas.
El ruido de la Fontana resonaba como enjambre lejano: á los gritos se unían las palmadas, y una voz agitada y sonora se elevaba á ratos sobre aquella tempestad de entusiasmo. Lázaro vió en torno suyo á tres pilletes que le contemplaban con burla, y uno de ellos atisbaba una ocasión oportuna para quitarle el sombrero.
Esta casa es una pocilga, y ¡qué vecindad, qué huéspedes, qué patrona! Anoche no me dejaron dormir estos torerillos y demás gentuza que cantaba y daba palmadas en el comedor. Pero di, ¿no hallaste otro sitio mejor en que meterte? ISIDORA. Pues ya tengo para pagar los ocho días que has estado aquí. Yo no he estado más que tres. El gasto es poco. Hoy te haré traer comida buena de la fonda.
-Eso -replicó la duquesa- más es darse de palmadas que de azotes.
Todas las gentes del buque, que en las semanas anteriores temían la llegada del malhumorado capitán, sonrieron ahora, como si viesen la salida del sol después de una tormenta. Distribuyó buenas palabras y palmadas afectuosas. El trabajo de recomposición iba á terminarse al día siguiente... ¡Muy bien! Estaba contento. Pronto volverían á navegar.
Palabra del Dia
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