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Actualizado: 3 de junio de 2025


Ella, con palabritas cortadas y melindres, dió a entender que su corazón no era de cal y ladrillo; pero que como los hombres son tan pícaros y reveseros, había que dar largas y cobrar confianza, antes de aventurarse en un juego en que casi siempre todos los naipes se vuelven malillas.

¿Por qué no dices a tu suegro dos palabritas acerca de mi pleito? Va a declarar como testigo. Además es el notario de la casa de Aransis. ¡Culebra! Quieres corromper al ave fénix de los notarios. No, no. Es justicia. Yo le pido que no se deje corromper por los de Aransis. Con eso me basta. No conoces a mi presunto suegro.

Conociéndome como me conoces, comprenderás que mi objeto es de los más puros, de los más honrados. PATROS. ¿Para decir cuatro palabritas a la señorita Electra? CUESTA. Si pudiera ser hoy, mejor. PATROS. El señor ¿vuelve luego? CUESTA. Volveré, y con disimulo me adviertes... PATROS. , ... Pierda cuidado. CUESTA; PANTOJA, enteramente vestido de negro. Entra en escena meditabundo, abstraído.

Pero aun moviendo el columpio con parsimonia, el aire consigue levantar, al poco tiempo, las enaguas de la antigua doncella. Los oficiales ríen y empujan el columpio para que se vea más. ¡Fuerte, fuerte, que algo se pesca! les grita Paco Gómez. Las muchachas, entre risueñas y avergonzadas, se tapan la cara y se abrazan unas a otras diciéndose palabritas al oído.

Esa pobre chica será bien desgraciada si se fía de tus palabritas de miel; no tardará en ir al panteón de las víctimas, como Teresa, Paquita, etc., etc. ¡Me avergüenzo de ser hermana tuya, gran tuno! Sabrás como tenemos noticia de que tío Manolo se casa con la viuda de marras. Ya era tiempo. Lo mismo uno que otro necesitan ponerse dentadura nueva, porque están algo duritos.

Fijándose bien, pudo distinguir la cara escrutadora de doña Lupe que la observaba... «¿Qué tienes?... Me has asustado. ¡Dabas unos mugidos...!, y de pronto te echabas a reír, ¡y se te escapaban unas palabritas...!». A las reiteradas y capciosas preguntas de su tía, contestaba evasivamente y con mucha torpeza. «¿En dónde has estado hoy?

Tan bien informado individuo consiguió encender más recelos en el ánimo del suspicaz señor de Ulloa, bastándole para ello unas cuantas palabritas, de ésas que tomadas al pie de la letra no llevan malicia alguna, pero vistas al trasluz pueden significarlo todo.... Encomiando el salero de Rita, y la hermosura de Rita, y la buena conformación anatómica del cuerpo de Rita, añadió como al descuido: Es una muchacha de primer orden.... Y aquí difícilmente le saldría novio.

Pero, criatura, si usted no acaba de declararse. ¿Quiere usted que tengamos el cargo de conciencia de verle escaparse por la corbata el día menos pensado por falta de cuatro palabritas? Bueno, pues déjeme usted escaparme. Ni a usted ni a nadie le ha de venir ningún perjuicio por eso... Acaso valdría más que sucediera añadió por la bajo, con voz conmovida y pugnando por detener las lágrimas.

Deseando estaba que Genoveva tomase la palabra para tener ocasión de decir a aquellas cursis cuatro palabritas bien dichas, ¡pero iba a estar aquello muy frío!... A ella le hubiese gustado discutir a caballo, con los hunos de Atila.

Mi papá, ahí donde usted le ve, ha sido el gallito de Sevilla. Traía dislocadas a las niñas con sus chalecos y sus palabritas. ¡Picaruela! murmuró el anciano, tocándole la cara con manifiesta ternura. La poesía es cosa superior, superior... ¡Pero como la pintura!... A la pintura no llega nada en el mundo. Ya que es usted aficionado, y muy inteligente le dije.

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