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Actualizado: 10 de junio de 2025
Y si la decía, como era cierto, que él, desesperado, conocía que las obligaciones en que se había puesto con Margarita no habían sido parte para vencer en su alma aquel entrañable y violento amor que ya era dueño de su alma cuando a Margarita conoció, y que sólo la locura de sus turbulentos deseos había podido ponerle en obligaciones de honra paca con ella, ocasión daría a doña Guiomar para que le despreciase y se sintiese avergonzada por aquel su amor, tan mal empleado en un indigno sujeto.
Prosiguió su camino, levemente disgustado por tal ridículo empeño. Y de nuevo enderezó su pensamiento hacia Paca, cuyas cualidades empezó á exaltar á toda prisa en su mente á fin de borrar la imagen que, al parecer, todos se proponían ponerle delante de los ojos. Había vuelto á quedarse taciturno y marchaba con arrugado ceño por la calle. Tanta gritería, tanta bulla le iban poniendo nervioso.
Sí, señora, me he vuelto muda fue la única respuesta de la buena mujer . Puede que cuando la señora se canse y cierre el pico, lo abra yo para decirle... en fin, no digo nada». «Ja, ja... Di lo que quieras... prosiguió Doña Paca . ¿Te atreverías a decir algo ofensivo de mí? ¡Que no he sabido llevar el Cargo y Data! ¿Y qué? ¿Quién te ha dicho a ti que las señoras son tenedoras de libros?
Obdulia no tenía ni asomos de arreglo; pronto se vio agobiada de deudas; cada lunes y cada martes enviaba recaditos a su madre con la portera, pidiéndole cuartos, que Doña Paca no podía darle.
Díjole además la portera que momentos antes había subido a la casa un señor sacerdote, alto, de buena presencia, el cual, cansado de llamar, se fue, dejando un recadito en la portería. «¡Ya!... Es D. Romualdo... Así dijo, sí, señora. Ya ha venido dos veces, y... ¿Pero se marcha otra vez a Guadalajara? De allá vino ayer tarde. Tiene que hablar con Doña Paca, y volverá cuando pueda».
Las carcajadas que la inocencia de la pobre mujer produjo en la reunión encresparon más y más á Frasquito. ¡Tío, no hay peor borracho que usté en el mundo! Basta ya de medicina manifestó Antonio y que Paca nos cante una carbonerilla. ¡Eso!
Entonces Soledad, volviendo hacia ella su rostro contraído por la ira, dijo con afectada calma: Desde que tú y Velázquez os entendéis tan bien. Por si se muere Pepe, no quiero serviros de impedimento. Paca soltó una carcajada. ¡Acabases de reventar, criatura!... ¿Conque Velázquez y yo nos entendemos?... ¡Qué traición! ¿verdad tú?
Y el historiador debe hacer constar asimismo que el buen temple en que estaba Doña Paca se torció un poco al recogerse las dos en la alcoba, la señora en su cama, Benina en el suelo, por haber cedido su lecho a Frasquito.
No seas pelmazo, hombre; ya sabes que Soledad no se divierte bailando dijo Paca á su consorte. ¿Y por qué no se ha de divertir, haciéndolo con tanto primor? insistió el señor Pepe. Pues porque no se divierte. ¿Te figuras que va uno á gozar con lo que á otro se le antoje? Bien está; pero aunque no se divierta, Soledad es muy amable y le gustará que sus amigos se diviertan.
Antonio, vuélvete a la calle Imperial, diles que preparen todo, y yo iré al carro a ver si lo arreglo para esta tarde. Nina, vete con Dios, y cuidado no se te pegue... ¿sabes? ¡Ay, hija, se te pegará, por mucho aseo que tengas! ¿Ves? ya empiezas a sufrir las consecuencias del mal paso... por no hacer caso de mí. Doña Paca me dijo que te permitiera ir allá. Quiere verte: ¡pobre señora!
Palabra del Dia
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