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Actualizado: 10 de junio de 2025
Pero nada ponía tanta confusión y barullo en su mente como la idea de las novedades que había de encontrar en la familia, según Antonio con vagas referencias le dijera al salir del Pardo. ¡Doña Paca, y él, y Obdulia eran ricos! ¿Cómo? Ello fue cosa súbita, traída de la noche a la mañana por D. Romualdo... ¡Vaya con Don Romualdo!
Seguí hablando, cada vez con más empeño y calor, hasta que Paca, a quien advertía inquieta y distraída, me dijo por lo bajo: Señorito, váyase uté... Me paese que hay bronca.
Pero Paca era hija de una tabernera, se había criado entre el ruido y la alegría, y por más que la altivez de su temperamento aristocrático la había preservado de los hábitos y las palabras groseras, sus ojos y sus oídos se habían acostumbrado á la algazara de estos sitios. Si por cualquier causa pasaba algunos días sin ir á la reunión, sentía la nostalgia de ella, se ponía de mal humor.
Pues, hijo, como hemos bebió mucho más de lo que era menester y la noche está para freírse María Santísima, andaba dando vueltas por las calles como un papamoscas y se me ocurrió venir á ver si Pepe y Paca habían salido á la calle á tomar el fresco. Pues hazte cuenta que lo mismo me ha ocurrido á mí. Hubo una pausa embarazosa.
Busque usted a una tal Paca entre seis mil mujeres. Lo menos que habría en la fábrica eran doscientas o trescientas Pacas. Sin embargo, insistí en la idea, porque no me venía otra más asequible, y eso que trabajaba mi cabeza como un horno encendido.
No, no: yo no sé nada del asunto ese... ¿Y está segura la Celedonia del nombre? Pregúntaselo... Dos o tres veces repitió: «Dile a tu señora que ha estado aquí D. Romualdo». Interrogada la chiquilla, confirmó todo lo expresado por Doña Paca.
De una cosa estaba satisfecha únicamente, y es que no le daba por mujeres. Si fuese así, Paca se creía capaz de envenenarle. Todo menos eso. Mire uté, señorito: es un perdío sin vergüensa, un lechonaso que se cae por las caye... ¡Esto es lo que no pueo aguantar!
Sí, ya pareció aquello, arrastrao, y parecerá mientras me quede alguna palabra en la boca. ¡Anda! pues tendré que esperar hasta el día del Juicio. Primero le faltará agua al mar y al cielo estrellas que á ese piquito palabras. Paca se incomodó. Le picaba cualquier alusión dirigida á su increíble afluencia.
Pero mi plan hasta entonces se desenvolvía con buen éxito, y esto compensaba hasta cierto punto aquella molestia. Por fortuna, llegamos pronto a la Inspección. Allí expuse con firmeza mi querella, apoyada por Gloria, y reclamé la intervención del juez. Al mismo tiempo mandé un recado al conde del Padul por medio de Paca.
Como casados, propiamente hablando, no lo estaban aún; pero el trámite que faltaba tenía que venir necesariamente. El padre del chico se personó en casa de Doña Paca, y allí se convino, llorando ella y pateando él, que no había más remedio que reconocer y acatar los hechos consumados.
Palabra del Dia
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