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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Eran los amos del agua; en sus manos estaba la vida de las familias, el alimento de los campos, el riego oportuno, cuya carencia mata una cosecha. Y los habitantes de la extensa vega cortada por el río nutridor, como una espina erizada de púas que eran sus canales, designaban á los jueces por el nombre de las acequias que representaban.
Los peines de concha guardaban enredadas en sus púas marañas de cabellos; muchos frascos estaban desportillados, y el blanco mármol tenía pegotes formados por el amasijo de gotas de esencia con los residuos de polvos.
Sobre las mejillas, que delataban su blancura al través de la pátina del soleamiento, avanzaban las púas de una barba rubia no afeitada en algunos días, tomando a la luz una transparencia de oro viejo.
Para los demás, sin excluir a vuecencia, sólo tiene ortigas, aulagas, cardillos y cardos ajonjeros. Conque así no suene vuecencia con entrar en él para deleitarse, porque se expone a quedar preso y pegado con el ajonje, y a salir respingando, picado por las ortigas y todo cubierto de pinchos y de púas.
Discutieron, parlamentaron; diose solemnidad al convenio, jurando los dos su fiel observancia ante un emplasto viscoso y sobre un peine de rotas púas, y aquella noche durmió Pedra en el cuarto de Santa Casilda.
Impaciente, inquieta en su asiento, como si por todas partes estuviese rodeada de púas, movía los brazos queriendo expresar con ellos una convicción más enérgica que la que expresaban los labios. «De modo que según usted, según usted, señor Nones, yo soy, yo soy... una cualquiera. Según lo que usted entienda por una cualquiera.
Los curiosos recorrían los alrededores para admirarlas trincheras recién abiertas y los alambrados con púas. El Bosque de Bolonia se llenaba de rebaños. Junto á montañas de alfalfa seca, toros y ovejas se agrupaban en las praderas de fino césped. La seguridad del sustento preocupaba á una población que mantenía vivo aún el recuerdo de las miserias sufridas en 1870.
Sus alas eran á modo de cartílagos erizados de púas. Sobre el lomo del horripilante aeroplano, cuatro hombrecitos iguales á los que se movían en la pradera asomaban sus cabezas cubiertas con un casquete dorado, al que servía de remate una pluma larguísima.
¡Cuánto gallo viejo sin púas, forcejeando contra el tiempo en vano, con las armas débiles de los untos! ¡Cuánto ser insípido, abriendo la boca satisfecha y marchitando con su trato insoportable a tanta mujer linda y atolondrada que busca su ideal sin encontrarlo! ¡Cuánta mamá achatada por la gente que pasa, sirviendo de mojón en los sofás de lampás crema!
Llevándose los dedos a su rebelde cabellera para hacer con ellos púas de peine, se la atusó, y arqueando el cuerpo, inclinose hacia la señora para decirle con retintín: «Muy triste está usted desde ayer... No, no me lo niegue... ¿Pues yo no veo lo que pasa? Leo en las caras». Pues en la mía poco habrá leído usted.
Palabra del Dia
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