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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Su trato con Fernando infundía una nueva animación en su existencia. Parecía resquebrajarse después de cada entrevista el aislamiento en que había vivido hasta entonces, como en un caparazón erizado de púas. Y en este resurgimiento contemplábala Ojeda cada día con mayor interés. Iba revelando su pasado fragmentariamente, con titubeos de modestia, cual si temiese fatigar la curiosidad de su amigo.
Varios pájaros se escaparon lanzando chillidos. El árbol crujía cada vez más ruidosamente, hasta que al fin se rompió junto á las raíces. Gillespie fué tronchando sus ramas, y así pudo fabricarse un bastón que más bien era una cachiporra, gruesa de abajo, delgada de arriba y con varias púas que marcaban el ramaje roto.
Pero para lo fuerte tienen hombres; para hervir los metales, para hacer ladrillos de ellos, para ponerlos en la máquina delgados como hoja de papel, para las máquinas de recortar en la hoja muchas cucharas y tenedores a la vez, para platearlos en la artesa, donde está la plata hecha agua, de modo que no se la ve, pero en cuanto pasa por la artesa la electricidad, se echa toda sobre las cucharas y los tenedores, que están dentro colgados en hilera de un madero, como las púas de un peine.
Gran animación a la puerta, donde se estableciera un mercadillo; no faltaba el puesto de cintas, dedales, hilos, alfileres y agujas; pero lo dominante era el marisco, cestas llenas de mejillones cocidos ya, esmaltados de negro y naranja; de erizos verdosos y cubiertos de púas, de percebes arracimados y correosos, de argentadas sardinas, y de mil menudos frutos de mar, bocinas, lapas, almejas, calamares que dejaban pender sus esparcidos tentáculos como patas de arañas muertas.
¡Con tal que halle la escalera! pensé, porque la tapia era alta y estaba erizada de púas. Sí, allí estaba y subí por ella en un abrir y cerrar de ojos. Me incliné sobre el muro y vi los caballos. Cerca de ellos oí un tiro. Era Sarto, que habiendo oído los disparos en el jardín se desesperaba por abrir la puertecilla y al fin la emprendía a tiros con la cerradura.
Abriole doña Lupe la puerta y le hizo varias preguntas: «Y qué tal, ¿iba contenta?». Revelaban estas interrogaciones tanto interés como curiosidad, y el joven, animado por la benevolencia que en su tía observaba, departió con ella, arrancándose a mostrarle algunas de las afiladas púas que le rasguñaban el corazón.
¿Ves esa multitud de figurillas que se agitan, se muerden, se baten, se matan?... Todo eso es la palabra Honor. ¿Ves ese sinnúmero, muchedumbre armada, toda erizada y hostil? Lo llamáis ejército, y no es más que ambición; palabra-monstruo, palabra-puerco-espín, llena de púas: palabra-percebe, toda patas y manos.
Eran un clérigo que parecía seglar y un seglar que parecía clérigo; mal afeitados los dos, peor el sacerdote, que mostraba el rostro lleno de púas negras ásperas; vestían ambos de paisano, pero como los curas de aldea; el alzacuello del clérigo era blanco y estaba manchado con vino tinto y sudor grasiento; el cuello de la camisa del otro parecía también un alzacuello; usaba corbatín negro abrochado en el cogote.
Tal es la pequeña ciudad de Falsburg, que no deja de poseer cierto sello de grandeza, sobre todo cuando atravesamos sus puertas y penetramos en ella por sus amazacotadas puertas, provistas de rastrillos con púas de hierro.
Estaba en efecto el camino encharcado, lleno de aguazales, y como había llovido por la mañana también, los pinos dejaban escurrir de las verdes y brillantes púas de su ramaje gotas de agua que se aplastaban en el sombrero de los viajeros. Julián iba perdiendo el miedo y un gozo muy puro le inundaba el espíritu cuando saludó al crucero con verdadera efusión religiosa.
Palabra del Dia
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