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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Y levantando la mano del puño del bastón en que la tenía apoyada, dejó ver la cabecita de marfil que ya hemos descrito. Y llorando todavía por el difunto, tocó el resorte y movió la cabecita para que bajase y subiese los párpados, abriese la boca y sacase la lengua, luciendo sus habilidades.
Y del licor que dicen que es Leteo, Que mana de la fuente del olvido, Los parpados bañó á todos arreo. El mas hambriento se quedó dormido, Dos cosas repugnantes, hambre y sueño, Privilegio á poetas concedido. Yo quedé enfin dormido como un leño, Llena la fantasia de mil cosas, Que de contallas mi palabra empeño, Por mas que sean en sí dificultosas.
Aquella parte del auto producía de costumbre un hastío general. La multitud, anhelosa de ver comparecer a los relajados, daba, a cada instante, signos de impaciencia. Aguirre bostezó varias veces, y Ramiro, entrecerrando los párpados, apoyó la cabeza contra la negra colgadura que pendía de una ventana.
Extendió luego la mano sobre su cabeza abatida y se puso a acariciarle, muy suavemente, como se acaricia a una criatura que llora. Le rozó con los dedos la frente, los párpados cerrados, parecía a punto de acercarle los labios. Pero hacía todo con actitud tan espontánea, tan natural, que Charito no se sorprendió. Y el sentimiento de Lucía no era sólo de lástima.
En esto se solazan las mujeres cuando son niñas, y todavía muchísimo tiempo después de dejar de serlo. Pero Lucía no era niña para siempre. Seguía corriendo el tren, y la desposada no lloraba ya. Apenas se advertían en su rostro huellas de llanto, ni sus párpados estaban enrojecidos.
Sí contestó Príncipe, su madrastra ha tenido la singular desgracia de sobrevivir a sus afectos más caros. No pareció comprenderlo Carolina, pero Príncipe, sin dar explicaciones, se sonrió con dulzura. Dos lágrimas temblaron al poco rato en los párpados de Carolina. El señor Príncipe aproximó su silla hacia ella dulcemente.
Se usa la digital con mejores resultados en las irritaciones del borde libre de los párpados, en cuya afeccion es especial su accion, del mismo modo que la del mezereum y de la sal marina. No queremos concluir sin mencionar la eficacia de la digital en la hemoptisis y la tísis, segun refieren varios autores.
Desmaroy sostiene sus ideas y yo las mías, nos miramos otra vez, no como amigos sino como luchadores. Leo en sus ojos: Esta muchacha es demasiado absoluta... Qué cabeza... Yo la meteré en cintura... Una mujer está hecha para obedecer. Bajo los ojos y mis párpados ocultan una respuesta acerba e irritada... No, no me meterá usted en cintura, porque jamás seré su mujer...
La cigüeña se dejó acariciar y mostró la satisfacción y el gusto que aquellas nobles caricias le causaban, entornando los párpados como si se adormeciese y restregando suavemente el largo cuello sobre la vestidura de la linda dama. Pasó ésta la mano por el cuello de la cigüeña, bajándola hasta el ancho buche, cubierto todo de abundantes y blancas plumas.
Así como a los delicados de la vista la claridad les hace arrugar los párpados, a don Fermín le hacía sonreír; parecía aquella sonrisa con que siempre le veía el público, un efecto extraño de la luz en los músculos de su rostro. Pero esto no engañaba a los que le conocían bien los más muy a su costa . El primero que se atrevió a acercarse fue el Deán que llegaba entonces al paseo.
Palabra del Dia
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