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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Lo es tambien en casos de fotofobia, de irritacion de los bordes libres de los párpados, en personas nerviosas que cansan la vista en el bufete y en los talleres.

La incoherencia de sus palabras inspiró miedo al joven. Sus ojos estaban inmóviles, considerablemente agrandados, con un estrabismo que dejaba al descubierto toda la córnea, empujando la pupila a un ángulo de los párpados. Se llevaba las manos a la frente. Dolor... mucho dolor murmuró como una niña enferma. Después se tentaba el estómago, repitiendo el mismo quejido.

¡Si sabrá una! ¡Si una hubiera querido! Y suspiró esta señorita de Ozores. Suspiró su hermana también. Ana que descansaba, vestida, sobre su pobre lecho, saltó de él a las primeras palabras de aquella conversación. Pálida como una muerta, con dos lágrimas heladas en los párpados, con las manos flacas en cruz, oyó todo el diálogo de sus tías.

El tío Tremontorio trabajaba en sus redes al balcón algunas veces, pero siempre mudo y silencioso, cual era su carácter cuando sus convecinos le dejaban en paz y entregado á sus naturales condiciones. Los dos viejos del segundo piso se daban muy pocas veces á luz, y en algunas de ellas vi enrojecidos los arrugados y enjutos párpados de la mujer de Bolina.

Cuando el velo que oscurecía mis párpados comenzó a despejarse y pude observar distintamente las facciones de Adela, noté que ella se extrañaba de mi proposición y, a decir verdad, yo también me extrañé de mi proposición, pero se la repetí, sin duda, con voz más segura.

Golfín le martirizaba cruelmente tres veces por semana, pasándole por los párpados un pincel mojado en nitrato de plata, después otro pincel humedecido en una solución de sal común. Nuestro amigo veía las estrellas con esto, y necesitaba de todas las fuerzas de su espíritu y de toda su dignidad de hombre para no ponerse a berrear como un chiquillo.

Más estético y más simétrico hubiera sido que las lágrimas fueran dos; pero no fue más que una; la del otro ojo debió de brotar tan pequeña, que la sequedad de aquellos párpados, siempre enjutos, la tragó antes que asomara.

Todavía estuvo algún tiempo con los ojos abiertos, aunque le pesaban como si fuesen de plomo los párpados. Al cabo los cerró y se durmió. Esto es, no es fácil decir si se durmió o se quedó solamente traspuesto.

Me levanté y fuí adentro, a las piezas bien conocidas, donde aún estaba mi revólver. Cuando volví, ella tenía los párpados cerrados. Matémonos le dije. Entreabrió los ojos, y durante un minuto no apartó la mirada de . Su frente límpida volvió a tener el mismo movimiento de cansado éxtasis: Matémonos murmuró.

En el de la otra buhardilla le esperaba la mujer del Tuerto, con los párpados hechos ascuas, las greñas sobre los ojos, la cara embadurnada con la pringue de las manos disuelta en lágrimas, en mangas de camisa, desceñido el refajo y medio descubierto el enjuto seno.

Palabra del Dia

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