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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Las afecciones de los ojos, en las que se observa una sensacion de presion y como de arena entre los párpados y el globo del ojo, una inflamacion crónica de la conjuntiva, con inyeccion venosa, aglutinacion de los párpados por la mañana, se curan bien y pronto con causticum y el oro.

No cómo el mal que padezco no me sale a la cara. Apenas me alimento; apenas duermo. Si el sueño cierra mis párpados, suelo despertar azorado, como si me hallase peleando en una batalla de ángeles rebeldes y de ángeles buenos.

Escuchábame ella pensativa. Su animación y su ardor para defenderse habían desaparecido. Los párpados caídos me ocultaban sus ojos y una expresión de indecible tristeza ensombrecía su linda cara. La languidez de toda su persona, de su talle inclinado, de sus manos abandonadas, hacíala infinitamente interesante. Tomé una de aquellas manos, inertes en la falda, y la oprimí contra mis labios.

Ramiro bajó las escaleras sobándose los párpados y dialogando consigo en voz alta, como un loco. Aquel hombre terrible acababa de hablarle inspirado seguramente por el cielo.

Su propia voz la entusiasmó, sintió escalofríos, y ya no pudo hablar: se doblaron sus rodillas, apoyó la frente en la tierra. Un espanto místico la dominó un momento. No osaba levantar los ojos. Temía estar rodeada de lo sobrenatural. Una luz más fuerte que la del sol atravesaba sus párpados cerrados.

Todas las noches le esperó en el camino, entre el café y su alojamiento, deslizándose luego en éste, á pesar de que el gaucho se apresuraba á cerrar la puerta, dándose con ella en los talones. ¡Imposible librarse de su presencia y de la de aquel niño, cuya cara de muerto seguía espantándole á través de sus párpados cerrados!...

Los ojos, negros y grandes, estaban casi siempre dormidos y velados por los párpados y las largas y rizadas pestañas; si bien, cuando fijaban la mirada y se abrían por completo, brotaban de ellos dulce fuego y luz viva.

«Alma mía le dijo su marido cuando acababan de comer , veo con gusto que no te falta apetito. ¿Quieres que nos vayamos ahora a un café?». No replicó ella secamente . Estoy rendidísima. ¿No ves que se me cierran los párpados? Lo que quiero es dormir. Bueno, mejor; yo también lo deseo. Acostáronse, y el tiempo que aún estuvo despierta empleolo Fortunata en hacer comparaciones.

D. Pantaleón bajó los párpados, manifestando de este modo solemne y augusto que su esposa no se equivocaba acerca del estado de su espíritu en aquella ocasión. Me respondió que no tenía inconveniente en que lo presentasen con tal que fuese por medio de una persona respetable. ¿Te parece bien D. Laureano? Perfectamente. Pues ya está hecho.

Las ocho de la mañana serían ya bien sonadas cuando el señorito Octavio abrió los párpados despegándose del sueño febril que le embargara desde el amanecer. Muy lejos de concederle descanso y reparar sus gastadas fuerzas, le dejó más inquieto y molido que nunca: las mejillas pálidas; un círculo oscuro, amoratado en torno de los ojos.

Palabra del Dia

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