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Actualizado: 21 de junio de 2025


Entonces sonó, o creyó él oír que sonaba muy recio, la trompeta de su mala fama; era cobarde, como todos los de su ralea; Madrid estaba sin gobierno y con todas las pasiones buenas y malas en mitad del arroyo; apoderose de él un pánico invencible, y de la noche a la mañana se escapó de aquí, dejando sus negocios en quiebra y hechos un bardal.

Doña Inés inspiraba a su padre terror pánico, y siempre trataba de huir de su enojo como de una espada desnuda. Su decidida afición a la muchacha saltaba, no obstante, por encima de los obstáculos, como un corcel generoso salta la valla que se le ha puesto para atajar su carrera.

Persiguiéronle los otros, y viendo en su huída el apurado sujeto abierta la puerta de la iglesia de San Pedro, penetró en ella en el momento en que un cura decía misa, arrojándose á sus pies todo afligido y lleno de terror pánico.

Los peligros teológicos engendraron el pánico religioso; la facilidad para asustarse y la inclinación a asustar, explotados en el terreno político, produjeron por el peligro político el terror político, en círculo vicioso, y así se produjo en las sociedades cristianas la reversión a los métodos de las sociedades salvajes.

Un grupo compuesto por unos ciento cincuenta hombres, entró en el poblado á los gritos deviva el Partido Independiente! ¡vivan los negros!", produciendo entre los pacíficos vecinos enorme pánico, el que fué en aumento al ver la primera acción de los asaltantes, que fué impregnar con petróleo la estación del ferrocarril, incendiándola después.

Parece que el sacerdote tiene un terror pánico a ser conocido, y antes de abandonar el parque Green, levantó el cuello de su sobretodo, para ocultar ese pedacito de púrpura que asomaba. ¿Has descubierto su nombre? Lo seguí hasta el Saboya, que es donde para. Allí ha registrado su nombre como monsignore Galli, de Rimini. Nuestras informaciones al respecto acababan aquí.

Tristán, el de la cicatriz, debía haber hecho causa común con los sublevados. Los marineros y chinos no se preocuparon al principio de nosotros; pusieron las bombas y estuvieron bebiendo hasta hartarse. Pasado el primer momento de pánico, nos aprestamos a defendernos.

D. Antonio José de Iribarren, eclesiástico de recomendables circunstancias; de acrisolada fidelidad al Soberano, quien le impuso igualmente de la fermentacion en que estaban aquellas inmediatas provincias, los riesgos que habia padecido por mantener en la debida subordinacion á sus feligreses, y el terror pánico de que estaban poseidos los vecinos españoles, á vista de los estragos que cometian los rebeldes, habiendo sacrificado á su ira, la noche del 6 al 7 de aquel mes en la villa de Tupiza, al corregidor D. Francisco Garcia de Prado y algunos de sus dependientes; y que igual suerte habia tenido D. Francisco Revilla, corregidor de la de Lipes, hallándose fugitivos de las suyas, D. Martin de Asco, que lo era de la de Cinti, y D. Martin Boneo, de la de Porco.

El barón, por su carácter sombrío, por sus excentricidades, y sobre todo por lo espantable de su rostro, inspiraba general temor en la población. Los niños sentían en su presencia un terror pánico. Los padres y las niñeras, para reducirlos a la obediencia, les amenazaban con él: ¡Se lo voy a decir al barón! ¡Que viene el barón! Hoy he visto al barón y me preguntó si eras obediente, etc.

Ana, Ana volvió a decir quedo, muy quedo ; pero sólo le contestaban las hojas secas, arrastradas por el viento suave sobre la arena de los senderos. Ana había huido. Al ver tan cerca aquella tentación que amaba, tuvo pavor, el pánico de la honradez, y corrió a esconderse en su alcoba, cerrando puertas tras de , como si aquel libertino osado pudiera perseguirla, atravesando la muralla del Parque.

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