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Actualizado: 21 de junio de 2025
UNA VOZ. ¡Proserpinita querida! MARCIO. ¡Calmaos, señores sabinos! ¡Dominaos! Voy a arreglarlo todo. Aquí hay un error jurídico. La desgraciada mujer no se da cuenta de que es víctima de estos innobles raptores. Vamos a probárselo. ¡Señores profesores, manos a la obra! El pánico se apodera de los romanos. ESCIPIÓN. ¡Confiesa, confiesa! Si no, va a comenzar de nuevo. ¡Dios nos libre!
Emma, con verdadero pánico, se agarraba, como un náufrago a una tabla, a la esperanza de que aquello era imposible. Aguado, con estadísticas que no necesitaba ir a buscar fuera de su clientela, demostraba que imposibles de aquella clase le habían hecho pasar a él muchas noches en claro.
Sus rostros cadavéricos, desencajados, daban miedo: su cuerpo se estremecía con incesante temblor, cual si estuviesen acometidos de terror pánico. En los semblantes de las damas, sonrosados y frescos, se dibujó el miedo y la angustia. El médico sonrió de aquel modo extraño que lo hacía, mirándolas con sus grandes ojos negros, insolentes. No es un cuadro muy agradable, ¿verdad? les dijo.
Verificada ésta, no podéis figuraros qué precipitados movimientos hubo en la tropa española. Las de retaguardia que aún llenaban la carretera, corrían velozmente a sostener la izquierda; los cañones ocupaban su puesto; todo era atropellarse y correr, de tal modo, que por un instante pareció que el primer ataque de los franceses había producido confusión y pánico en las filas de Coupigny.
La Sanguijuelera, que algunas veces visita a su sobrina, tiene gran cariño al cabezudito: le coge, le zarandea, le da gritos, y le llama ¡rico!, ¡riquín!... De donde resulta que al muchacho se le pega este nombre, y en lo sucesivo todos le llaman Riquín. Junio. Muerte del general Concha. Pánico y luto. Retirada. La patria, que creía próxima su salvación, gime.
En la ciudad de los Reyes dominaba un verdadero pánico; y las iglesias no sólo se hallaban invadidas por débiles mujeres, sino por hombres que, lejos de pensar en defender como bravos sus hogares, invocaban la protección divina contra los herejes holandeses.
El plan de Llera se estaba desenvolviendo puntualmente: esto es, el duque, después de haber tomado un número crecido de acciones, se ocupaba en producir el pánico entre los accionistas. Hacía ya algunos meses que por medio de agentes secretos compraba acciones para venderlas al instante con pérdida. Gracias a estas operaciones, el papel había bajado considerablemente.
Otros, al sentir el contagio de este pánico, habían huído igualmente, temiendo conocer los mismos horrores... Vió madres con sus pequeños en los brazos; ancianos doloridos que sólo podían avanzar con una mano en el bastón y otra en el brazo de alguno de su familia; viejas arrugadas é inmóviles como momias, que dormían y viajaban tendidas en una carretilla.
Los compañeros le recibieron con irónicas ovaciones. ¡Homero! ¡Ya está aquí el gran Homero!... ¡Salud al ilustre «tabarrista»! Y le preguntaron si traía como fruto de su soledad algún artículo de los que sembraban el pánico en los suscritores. Algunos de la redacción le habían visto paseando con Feli por el Retiro.
Al principio, una contrariedad profunda, un verdadero pánico doméstico se apoderó de su espíritu ante la ocupación inesperada de su vivienda, y perdió mucho tiempo buscando y rebuscando en su memoria el involuntario ademán o la frase imprudente que hubieran podido provocarla. Sólo para él mismo era obscura la razón.
Palabra del Dia
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