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Actualizado: 2 de julio de 2025
Apoya pensativa su rostro en las dos manos, mientras que con un movimiento de vaivén balancea sus codos sobre las rodillas. ¿Y qué te pasa por la cabeza en este momento? pregunta Juan. Ella se pone colorada y se levanta vivamente. ¿A que no me pillas? grita parapetándose detrás de la mesa. Pero, cuando él va a perseguirla, ella se adelanta tranquilamente. ¡Deja!... vamos a hacer algo.
Fuí acusado de rebelde, preso, y habiéndome escapado, en la persecucion fuí muerto en el lago Moeris... Yo ví desde la eternidad triunfar á la impostura, veo al sacerdote de Abydos perseguir noche y día á la virgen refugiada en un templo de Isis en la isla de Philoe... yo le veo perseguirla y acosarla hasta en los subterráneos, volverla loca de terror y de sufrimiento, como un gigantesco murciélago á una blanca paloma... ¡Ah! sacerdote, ¡sacerdote de Abydos! vuelvo á la vida para revelar tus infamias, y despues de tantos años de silencio te llamo asesino, sacrílego, ¡¡calumniador!!
Mas, después de meditar un poco sobre ella, comprendió que había de causar malísimo efecto en el pueblo, porque al cabo era su familia. Arrojarse él en persona a perseguirla judicialmente y arruinarla iba a parecer un acto de crueldad inusitado, y le haría desmerecer en el concepto de los vecinos. Entonces imaginó una gran bellaquería.
Entonces, voy a escribir encargando para ti unos a la ciudad. Bastará que me des la medida. Sí... ¿quieres? ¡mi querido, mi buen Juan!... Y de pronto, soltando su brazo, se adelanta algunos pasos y grita: ¡Atrápame! Y huye como el viento. Juan se pone a perseguirla; pero está fatigado y no puede alcanzarla.
Quería a todo trance perseguirla criminalmente, mientras su marido, satisfecho con la fortuna colosal que caía en sus manos, no se preocupaba poco ni mucho de semejante cosa.
Oyó las campanadas de las doce, y suponiendo que Velázquez estaría ya bien dormido, se echó el mantón sobre los hombros, bajó quedo la escalera, abrió la puerta con cautela, salió y la cerró sin ninguna, echando la llave y dejándola puesta para que su querido no pudiera salir á perseguirla, en el caso de que despertase.
Quiso el Señor perseguirla y alcanzóla por el rabo; mas tan fuerte tiró la mona, que el rabo se le arrancó, quedándosele al Señor en la mano. Para lo que voy a hacer, lo mismo da... Y de aquel extraño utensilio formó a la madre del linaje humano.
Sólo la suposición de que la amazona gloriosa pudiera perseguirla con su venganza hacía temblar las piernas de la maestra. El general participó por reflejo de esta inquietud. Su Guadalupe era realmente temible, pero esto no podía impedir que empezase á odiarla. ¿Hasta cuándo iba á sufrir su despotismo?... Los meses sucesivos fueron de desaliento para el héroe.
Entonces Ester se veía obligada á arrojarse sobre la niña, á perseguirla en la carrera que invariablemente emprendía el pequeño duende, y á estrecharla contra el seno cubriéndola de besos y caricias, no tanto por un efecto de excesivo amor, sino para cerciorarse de que era la misma Perla en carne y hueso, y no una forma completamente ilusoria.
El fué quien envió a la mariposa azul para provocar a Híala y a su esclava Encirnún a que para cazarla y perseguirla se desviase de su séquito y comitiva, y se acercasen a sitio conveniente para el sobresalto.
Palabra del Dia
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