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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Lo verdaderamente triste es que el pueblo no le considera ya como un cazador feroz envejecido en la lucha con los osos de las montañas. Aquella leyenda se ha ido disipando poco a poco. Sus compatriotas tenían razón. Manín no era más que un zampatortas. En Lancia se ríen también de sus proezas y le miran como un viejo bufón del loco y heráldico señor de Quiñones.

¡Todo el mundo! ¡Todo el mundo lo dice! Pues «todo el mundo» dice mentira. ¿Mentira? ¡Que me azoten en la plaza, y que no lo sepan en mi casa! Usted dirá lo que guste... pero si no es verdad eso que cuentan, usted tiene la culpa de todo, porque le hace usted unos osos terribles.... Noche a noche va usted a oirla tocar.... Allí se está usted horas y horas, en la baranda de la Plaza.

No faltó quien le dijese al huésped como estaba allí escondido; subió por él, y más por fuerza que por grado, le hizo bajar; y aun no bajara si el mismo Corregidor no saliera al patio y le llamara por su nombre, diciendo: Baje vuesa merced, señor pariente; que aquí no le aguardan osos ni leones.

Gonzalo alargó la mano por entre las rejas, y la retuvo por el vestido. Espera. La tela crujió. Ya me has roto el vestido, ¿lo ves? Si no te disparases tan pronto... Y logrando cogerla por un brazo, la obligó a sentarse. ¡Qué barbaridad! exclamó la niña riendo. Así deben hacerse el amor los osos. ¿Me quieres? preguntó Gonzalo riendo también. No. . No. Dame la mano de amigo.

Primero probó la cama grande; pero era demasiado 50 blanda. Después probó la cama mediana; pero era demasiado dura. Por último probó la cama pequeña y como era muy cómoda y le gustó, se echó en ella y se durmió. Mientras dormía los tres osos volvieron a casa. Tenían hambre después de su paseo y querían tomar la sopa. El oso 55 grande levantó su plato y bramó: ¡Alguien ha probado mi sopa!

Contome varias anécdotas de los allemani, que exhalaban todas un fuerte aroma del desierto, y sobre todo guardaban cabal armonía con la siniestra casa: habló de cómo Ingomar había muerto algunos osos terribles, cuyas pieles cubrían su cama; de cómo cazaba gamos, de cuya piel hermosamente adornada y bordada por su esposa, se vestía; de cómo había muerto a varios indios y de cómo él mismo estuvo una vez a punto de seguir la misma suerte.

Encuéntranse ademas animales muy raros, tales como el perico-ligero y los osos hormigueros .

Más asco le daba barrer las inmundicias que dejaban allí aquellos osos de la cueva. Todo por su hijo; por ganar para pagarle la carrera, lo quería teólogo, nada de misa y olla.

Por último vio su cama el oso pequeño y gritó con voz aguda: ¡Alguien ha dormido en mi cama y aquí está! Este ruido despertó a la niña. Cuando abrió los ojos y vio a los osos, estaba muy asustada. Se levantó y huyó de la casa. 80 Los tres osos fueron a la puerta para mirar tras ella. Vieron que ella corría por el bosque hacia su casa. No la persiguieron, porque eran buenos y amables.

Además, Elena le hizo asistir á algunos tés en su casa, presentándolo á sus amigas. Mostraba un placer infantil en contrariar los gustos del «oso patagónico», como ella apodaba á Robledo, á pesar de las protestas de éste, que nunca había visto osos en la Argentina austral. Como él abominaba de tales reuniones, Elena se valía de diversas astucias para que asistiese á ellas.

Palabra del Dia

hociquea

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