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Actualizado: 9 de junio de 2025


El huracan zumbaba sacudiendo las chimeneas y todo el arbolaje; la lluvia oscurecía el cielo; las olas venían como derrumbes á bañar todo el puente de cubierta; y el enorme buque, soltando fatigado sus negras bocanadas de humo, saltaba entre las concavidades de las ondas como un toro enfurecido por los golpes que en todas direcciones recibe.

Pues esta causa tengo yo por clara, Por donde Satanás tanto procura, Con su mala intencion inicua avara, Que nuestra Armada nunca esté segura. Que en su tanto le quita el cetro y vara, Y viendo su reinado poco dura, Movido de rencor y crudo duelo, Con las ondas del mar enturbia el cielo. ¡Gran Dios, Señor inmenso y soberano, Que permitís azote, como vemos, Aqueste Satanás con cruda mano!

Se deleitaba en la contemplación de la mujer como la fría estatua de una fuente parece recrearse entre las ondas que la ciñen. Placer, peligro, dicha y dolor, todo lo tenía a su lado; y él, como invadido el espíritu por sólo un impulso, no sentía más que la admiración de la belleza en lo que tiene de ideal, sin que nunca llegaran los deseos a hostigarle con su aliento de fuego.

En otros tiempos, debajo de la primera ciudad que bañaba, el río no era otra cosa, hasta el océano, sino un gran canal de inmundicias; en nuestros días recobra la belleza de los tiempos antiguos. Los edificios de las ciudades y los arcos de los puentes, que durante siglos no se han reflejado más que sobre turbias ondas, empiezan ahora á mirarse en un espejo transparente. #El río#

Dejando sus bellas luces Manchadas con negras sombras; Ni ave, ni fiera, ni pez, Ni planta, ni flor, ni hoja, En él quedarán: desaten Nubes y mares sus ondas. Se oye un temblor de tierra, y el ruido de un trueno, y el estrépito que hace el río de la Culpa, al acercarse; al mismo tiempo resuenan los lamentos de la tierra: ¡Piedad, Señor! ¡Señor, misericordia!

Vuelto en , no experimenté, frente á frente de aquellas terribles ondas, sino la tentación muy inocente y bastante necia de apagar en ellas la sed que me devoraba: después reflexioné que encontraría en mi habitación un agua mucho más limpia: tomé rápidamente el camino de mi casa, forjándome una imagen deliciosa de los placeres que en ella me esperaban.

Era como un lago de leche cuyas ondas reposaban en el asiento de una inmensa taza de esmeralda. Todo murmuraba y sonreia en derredor, miéntras que al pié todo era misterio bajo el sudario que cubria una parte del lecho de Flora todavía dormida en el fondo del valle.

En aquella rada silenciosa, en medio de la oscuridad rápidamente caída sobre las ondas, aquel cuadro de presidio revelado por las luces que servían para vigilar á sus míseros habitantes, infundía en el pensamiento de los dos amigos, una profunda tristeza. ¡Cuántos dolores, cuántas penas y cuántas cóleras fermentaban en aquella ciudad del crimen y de la vergüenza!

La ancha cara de mi tía revelaba la reflección alarmante de sus venas ahogadas por las ondas perezosas de una sangre espesa e inmóvil.

Bien quería acompañarle mi madre; pero mi padre no quiso confiar a las instables ondas el tesoro de su ventura.

Palabra del Dia

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