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Actualizado: 20 de mayo de 2025
¡Calumnias, señora! contestó Manos Duras, mirándola fijamente . Pero si usted me lo pide, haré cuantas muertes quiera. Elena se mostró complacida por esta respuesta, y dijo, mirando á Canterac: ¡Qué hombre tan galante... á su modo! No me negará usted que es grato oir tales ofrecimientos. Pero el ingeniero parecía cada vez más irritado por este diálogo familiar de Elena y el cuatrero.
Rojas hizo nuevos ofrecimientos, al mismo tiempo que se esforzaba por contener su indignación, dando á su voz una exagerada melosidad. No sé de qué me habla, señor contestó al fin Piola . Se equivoca usted. Nunca he visto á esa señorita. ¿Acaso ustedes no son amigos de Manos Duras?
En resolución, bien echó de ver el oidor que era gente principal toda la que allí estaba; pero el talle, visaje y la apostura de don Quijote le desatinaba; y, habiendo pasado entre todos corteses ofrecimientos y tanteado la comodidad de la venta, se ordenó lo que antes estaba ordenado: que todas las mujeres se entrasen en el camaranchón ya referido, y que los hombres se quedasen fuera, como en su guarda.
De nuevo agradecí al Almirante sus buenos consejos y generosos ofrecimientos, haciéndole presente que, si necesario fuera el sacrificio de mi propia vida para honrar al Almirante cerca de Estados Unidos, pronto estaba dispuesto á sacrificarla.
Pesándome de ver a las mismas gentes todos los días, no hay amigo que me dure una semana; no hay tertulia adonde pueda concurrir un mes entero; no hay hermosa que me lo parezca todos los días, ni fea que no me encante una vez siquiera al mes; esto me hace disfrutar de inmensas ventajas, porque sólo se puede soportar a las gentes los quince primeros días que se las conoce. ¡Qué de atenciones en ellas! ¡Qué de sinceros ofrecimientos! ¿Pasaron aquéllos? ¿Se intimó la amistad? ¡Adiós! como ya de cualquier modo tienen cumplido con usted, todos son desaires, todas crudas y ácidas respuestas.
En fin, por caminos desusados, por atajos y sendas encubiertas, partieron Roque, don Quijote y Sancho con otros seis escuderos a Barcelona. Llegaron a su playa la víspera de San Juan en la noche, y, abrazando Roque a don Quijote y a Sancho, a quien dio los diez escudos prometidos, que hasta entonces no se los había dado, los dejó, con mil ofrecimientos que de la una a la otra parte se hicieron.
Iré a ver a misia Petronila pensó la señora, y le ofreceré la finca en garantía; mi carácter no es para estos casos: nunca he pedido dinero a nadie y creo, estoy segura, que la vergüenza no me dejará hablar... Pero, ¿a quién acudir, si no? ¡Esto, antes que lo otro! Ya me tiemblan las piernas y me pongo colorada... A la calle otra vez. Pero, ¡fíese usted de los amigos y de sus ofrecimientos!
Todo lo encontraba igualmente amable, la gente que transitaba por las calles, el ruido napolitano del anochecer, el mar obscuro, la vida entera. Se despidieron ante la puerta del hotel. El conde, á pesar de sus ofrecimientos de amistad, se fué sin decirle cuál era su domicilio. «No importa pensó Ferragut . Volveremos á encontrarnos en casa de la doctora.»
Junto a la estatua del héroe de Cascorro se cruzaron con dos ropavejeros que volvían de recorrer las calles pregonando sus ofrecimientos de compra. Llevaban al brazo varias prendas de ropa.
Pues bien; esta hermandad desea comprar parte de la tierra que es propiedad de don Luis, a lo cual se niega él resueltamente: todos los esfuerzos, todos los ofrecimientos han sido inútiles. ¿Y qué puedo yo en el asunto?
Palabra del Dia
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