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Actualizado: 28 de julio de 2025
Pero observando atentamente se encuentra que aquello es ademas una escuela práctica de moral y una enseñanza filosófica para los pueblos. ¿Por qué? fácil es demostrarlo con tres reflexiones que vienen naturalmente al espíritu. La multitud que visita esos lugares incesantemente, adquiere un hábito de sociabilidad con los animales que le suaviza muy notablemente las costumbres y pasiones.
D. Diego y yo, que habíamos permanecido observando aquel espectáculo sin ser vistos, quisimos entrar; pero vimos que Inés se apartó vivamente de la reja, y en el mismo instante pasó por la calle una figura, una sombra, en quien reconocimos a lord Gray. Apenas habíamos tenido tiempo de reconocerle, cuando un objeto, entrando por la reja, vino a caer en medio de la sala.
Perfectamente bien dijo la señora observando con ansiedad el semblante de Torquemada . ¿Y en casa? No hay novedad, a Dios gracias. Doña Lupe esperaba aquel día noticia de un asunto que le interesaba mucho. Como siempre se ponía en lo peor para que las desgracias no la cogieran desprevenida, pensó, al ver entrar a su agente, que le traía malas nuevas. Temió preguntarle.
Y á la verdad, cada vez que atravesamos una frontera, oyendo hablar una nueva lengua, observando otra expresion en las fisonomías, deteniéndonos en las diferencias de trajes, un estudio agradable y provechoso comienza para nosotros, que con placer pretendemos conocer las dotes fisonómicas y particulares á cada una de esas grandes familias que se llaman naciones.
En efecto, las compañeras de la gitana se habían aproximado y tras ellas algunos transeuntes. Una mujer te quiere, salao, pero tú no la quieres á ella dijo la máscara observando las rayas de la mano del guapo y remedando á las gitanas. En cambio, estás chalao por otra que huye de ti. Llegarás á conquistarla, pero al fin te la pegará. Un amigo falso te hará traición.
La señorita Margarita contó de nuevo la aventura, observando la misma discreción en cuanto á la parte que había tenido yo en el desenlace, hasta insistió con una especie de crueldad, relativamente para mí, sobre los talentos, el valor y la presencia de ánimo que su perro había desplegado en aquella heroica circunstancia.
El ministro, observando su silencio y su tristeza, le preguntó: ¿Tienes por casualidad fondos en su poder? Por casualidad, no ... ¡por estupidez mía! Tiene en su mano casi toda mi fortuna. ¡Oh diablo, diablo! Se me está haciendo rejalgar en el cuerpo lo que he comido. Creo que me voy a poner mala dijo la viuda poniéndose realmente pálida. Arbós hizo esfuerzos por tranquilizarla.
La charla gozosa del viejo le parecía insufrible en aquel momento. Pero por más que hacía no lograba despegarse. Al fin tuvo que decir con acento malhumorado: Vaya, déjeme usted, señor Rafael, que tengo prisa. El viejo le miró á la cara sorprendido y, observando su palidez, soltó la carcajada.
Sentóse cerca de mi tía, y mientras conversaba con nosotros y bromeaba con Angelina estuvo observando a la enferma. No hay cuidado.... repetía. ¡Esto pasará, pasará!.... Es un accidente penoso, pero que no debe preocuparnos. Vamos, mi señora doña Carmen: ¡ánimo, ánimo, que ya todo pasó! ¿Dónde está ese valor famoso? Veamos esa lengua.... ¿Y el apetito? ¿Bien? Pues ¡calma, y valor, valor!
Y la alzó aún más, poniéndosela cerca de los ojos. Observando con el rabillo del ojo que don Pedro la miraba, todavía la alzó un poquito, hasta rozar con ella los labios del joven. Pero en aquel instante la retiró bruscamente con vivo ademán. Moro quedó estupefacto.
Palabra del Dia
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