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Actualizado: 22 de mayo de 2025
A poco de ingresar en el teatro observó Cristeta que a cuantas compañeras suyas pecaban y se envilecían por codicia, les salía errado el cálculo.
Hablan quedo; un hombre cuya juventud vibra en su andar firme y erguido, da sus últimas instrucciones en voz baja y va a perderse en la sombra de un portal, frente al balcón que devora con los ojos. Lo imito y observo.
Don Álvaro sólo observó que el seno se le movía con más rapidez y se levantaba más al respirar.
El P. Gil permaneció fuera, presenciándola. Uno y otro fueron objeto de gran curiosidad para la ventera, para sus hijos, para el mayoral y el mozo del coche. Apenas les quitaban ojo. El joven presbítero observó que cambiaban entre ellos algunas miradas expresivas y burlonas que le avergonzaron. Vio repentinamente la falsedad de su situación, la enorme tontería que había hecho.
Al cabo de ellos, notóse que la afluencia de curiosos era sobradamente numerosa; se temió, no sin fundamento, un atropello feroz en el caso probable de una paliza popular; vióse, con justificable desagrado, que el gremio de modistas y de costureras, aprovechándose de los perdidos ecos de la orquesta, bailaba también á su compás en un prado inmediato; y, por último, se observó con indignación que más de una pareja de aquel campo, intrusándose á la descuidada en el vecino, danzaban en él después con una familiaridad que rayaba en provocación.
Por la noche vino un chico a traerme dos maletas, y al otro día bien temprano dio allí el señor cura con una chavalita que venía toa tapá. Nos mandó enganchar y, mientras, la chavalita se subió a la casa. ¿Y no observó usted preguntó el presidente si el sacerdote la acompañó arriba? Yo no le vi subir. Si estuvo arriba, fue poco tiempo.
Dijo: Entonces permítame que la sirva... ¿No era así como hacíamos cuando usted era la querida Teresita? Con mil precauciones y cuidando de no tropezar con nada para no despertar al señor Aubry, transportó la mesa y se puso a manejar hábilmente los diversos utensilios, preparando el té y cortando los asados. ¡Qué diestro es usted! observó María Teresa. ¿Le sorprende?
A la hora de comer, Maximiliano habló del caso, describiendo la cura y haciendo augurios poco lisonjeros sobre la suerte de la enferma. «Tienes razón observó la viuda . Me parece que de este barquinazo no sale. ¡Pobre mujer! ¡Tener ese vicio! De veras lo siento, pues no hay otra como ella para correr alhajas».
Quedóse Montiño mirando de una manera perpleja á fray Luis. Luego suspiró profundamente y dijo: Lo que yo he amado más sobre todas las cosas ha sido... Y se detuvo. Ved que estáis hablando con vuestra conciencia observó el padre Aliaga. Montiño hizo un poderoso esfuerzo y contestó: Lo que yo he amado sobre todas las cosas ha sido... el dinero.
Con estas cosas se animaba mucho el enfermo; pero ¡ay!, que el día siguiente había de ser de los más negros de su vida. ¡Pobre señor!, después de haber pasado la noche muy inquieto, observó por la mañana una pérdida casi absoluta de la facultad de ver. El médico estaba tan aturdido, que ni aun acertó con las fórmulas escurridizas que ellos emplean cuando no quieren confesarse vencidos.
Palabra del Dia
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