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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Es necesario dominar los nervios y ordenar las ideas. Seguramente viene a hablarme de la pretensión de su nieto, Carlitos Nuezvana, el rey de los cipreses, respecto a Inesita, mi querida protegida, mi futura hermana. Quizá me proponga que la ayude a concertar el matrimonio. ¡Pobre señora! No sabe lo que ocurre. Confieso que la entrevista me resulta un poco imponente. No es para menos.

Pero todos estos timbres valdrían muy poco socialmente en nuestra democracìa si no estuviesen fortalecidos por una fortuna colosal. Y esta fortuna se debe precisamente a un Nuezvana oscuro y a un Ponce y un Ebro insignificantes. En tiempos de Carlos III, este Nuezvana grís y opaco se apañó, por concesión real, los mejores campos, ahí no más, junto a las casas de Buenos Aires.

Claro; no estudia, no lee, no cultiva su espíritu y... Y la segunda... La segunda razón es la que más me hiere. El hombre... El ciprés. Bueno. El rey de los cipreses no puso cautela ni parsimonia en sus insinuaciones, porque creía... así me pareció a ... que me hacía un honor ofreciéndome su amor. Y así es, hijita; se trata del rey nada menos, de Nuezvana I...

Pues yo protejo a toda su familia. Si no fuera por , ya estarían fundidos. Cierto que Clotilde y sus hermanas, las tías de Inesita, me corresponden, haciendo cuanto pueden por vencer la resistencia de la muchacha y arreglar esta boda en que se halla comprometido mi amor propio y el de toda mi familia. Ningún Nuezvana ha sido nunca desdeñado en la sociedad de Buenos Aires.

¡Hay tantos que pueden aspirar a esa corona!... Entre los cipreses, como todos son iguales, cualquiera puede ser el rey. Pues es Carlitos Nuezvana. ¡No me digas! Está bien puesto el nombre. Merece el cetro. ¿Y se te ha declarado? ¿Cuándo? ¿Dónde? Cuenta, muchacha, cuenta... La cosa empezó la noche de la fiesta que usted dió, dedicada a sus sobrinas. Comenzó por insinuaciones, no muy ingeniosas.

¿Y cree usted que existe alguna niña que no sea feliz con el apellido y con la fortuna de un Nuezvana? , señora, lo creo; es posible, aunque parezca absurdo. Porque nos casamos, antes que con el apellido y la fortuna, con la persona. El matrimonio es, ante todo, un negocio espiritual, y puede haber apellido y fortuna, y no haber espíritu.

El portero me trae una tarjeta: «Es una señora vie-jita dice , y pregunta si la señora puede recibirla». Leo: Melchora Ponce del Ebro de Nuezvana.

Tengo el mayor gusto en servirla a usted en esto y en todo lo poco que yo pueda. Gracias, gracias. Poco después salía de mi casa la excelente señora, habiendo dejado en ella cierta atmósfera de tradición secular, de enhiesto orgullo, de olímpica y desmesurada soberbia. Señora doña Melchora Ponce del Ebro de Nuezvana.

Así se rompía el hielo. ¿Por qué no vienes a Mar del Plata? Anda, vamos... No puedo; estoy metida en un berenjenal, hijita, que no cómo voy a salir. ¿Por...? Por lo de Inesita. ¿Sabes que se casa con Raúl, con mi cuñado? , ya me lo han dicho, ¡Pobre Carlitos Nuezvana!

Palabra del Dia

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