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Actualizado: 27 de junio de 2025


Aquellos mismos bancos de nogal, sobre los cuales extendían sus piernas deformes o mutiladas, los pobres heridos o enfermos, servían en aquel entonces para sostener el ataúd. Así, puede decirse, que aun después de muerta se apoyó sobre los propios instrumentos de su caridad. Un llanto general surgió en aquel momento de los mil comprimidos corazones de todo aquel pueblo de aldeanos.

Es que aquel nogal data de un tiempo muy anterior á la fundación del convento; es que á su sombra fué donde, según la tradición, se sentaron los anacoretas Bralles y Castellanos la tarde que eligieron aquel sitio, entonces desierto, como el más á propósito para establecerse, y es que el mismo César, en tiempo de verano, solía pasar largas horas bajo su espesísimo ramaje, viendo correr el agua del arroyo que fluye á su pie y respirando el fresco ambiente de un lugar tan umbroso, ameno y deleitable.

Ambos penetraron en la sala, que era una habitación alta y bastante grande cubierta de maderas hasta el techo, con armarios de roble provistos de brillantes herrajes, con una estufa en forma de pirámide que comunicaba con la cocina, un reloj antiguo que contaba los segundos, dentro de una caja de nogal, y un gran sillón de cuero, articulado por una cremallera, que había sido usado por diez generaciones de ancianos.

Tengo le dijo no pocas cosas que confiarle y muchas más que preguntarle a las que quiero que en puridad me responda, sin reserva ni disimulo. Fray Miguel acudió a la cita a altas horas de la noche, entre completas y maitines. El Padre Ambrosio aguardaba en su celda. Sobre la mesa de nogal ardía una lámpara que iluminaba el rostro del Padre Ambrosio. Era el Padre más anciano que Fray Miguel.

Crecen en sus intersticios ortigas y parietarias, que sirven de guarida en el verano a los pequeños renacuajos. Penétrase en seguida en espacioso corredor, cuya anchura queda un tanto reducida por unos grandes armarios de nogal que sirven a los campesinos para guardar la ropa, el trigo y la harina.

Cesó al cabo la gresca por la misma razón que había empezado, esto es, por ninguna. Quedaron algunas mesas de dulces por el suelo y no pocas cestas de fruta volcadas. Los heridos se fueron á lavar al río, que estaba cerca. La danza siguió dando vueltas en torno del gran nogal. Á la condesa también le vino en apetencia el entrar en ella.

No hay trabajo que le arredre, ni contrariedad que apague su fe: la fortuna está sonriéndole detrás de sus desdichas, y la ve tan clara y tan palpable entonces, como la vió de niño, cuando, soñando sus ricos dones, se columpiaba en las altas ramas del nogal que asombraba su paterna choza.

En unos cuantos saltos llegábamos á nuestro islote, instalándonos bajo la sombra de un gigantesco nogal can su corteza lisa por los frecuentes escalos. Desde allí, los árboles, el arroyo, las cascadas y las viejas paredes, se presentaban á nuestra vista en su aspecto más encantador.

Era una pieza lujosa y artísticamente decorada; las paredes forradas con cortinas de raso azul oscuro, prendidas al techo por anillos que corrían por una barra de bronce; sillas y butacas de diversas formas y gustos; una mesa-escritorio de nogal con adornos de hierro forjado; al lado una taquilla con algunos libros, hasta dos docenas aproximadamente.

Constaba el mueblaje de cuatro sillas de Vitoria, un sofá viejo de espadaña y una cómoda de nogal. Por la ventana, que descubría mucho cielo, entraba la claridad a torrentes. Tras una puerta vidriera entreabierta veíase la alcoba y en ella un catre de hierro cubierto por una colcha de cotonía.

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