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Actualizado: 11 de junio de 2025


Media hora después, una de las criadas de Beatriz veía entrar en el patio de la casa al nieto de don Íñigo trayendo en una mano una ancha espada toda roja de sangre y en la otra la cabeza del perro. ¡Válame Dios y Santa Quiteria; ya le mataron! exclamó la mujer. Luego, mirando atentamente el sangriento despojo, agregó: ¡Pobre Cerbero, y cómo me echaba las manos al pecho para lamerme en el rostro!

Igual operación se repetía al llegar el médico o las contadas visitas que se dignaba recibir. Había que mantenerse hasta el último momento sobre las armas, o sea como le habían visto toda la vida. Una tarde, llamó con voz débil a su nieto, que leía junto a una ventana un libro de viajes. Podía retirarse: necesitaba estar solo.

Luego añadió, como si recordase algo de escasa importancia: Esta noche ya no «trabaja» su nieto.... ¡Se acabó! Todo es nuevo. Pero la representación vale la pena. ¿Qué?... La vieja había apoyado la espalda en el muro, intensamente pálida, con los ojos desmesuradamente abiertos. El empleado fué dando explicaciones para contestar á su exclamación angustiosa.

Ahora es la duquesa la que lee, lentamente, con las vacilaciones que acompañan á una traducción. Tiene en las manos la última carta de su nieto; y el empleado, que no puede llorar, lanza ronquidos de pena cuando la voz de la duquesa hace una pausa.

El abuelo don Horacio, que estaba bien enterado, habló muchas veces a su nieto de tales sucesos. «La Papisa» sólo había querido al padre de Jaime.

Estas manifestaciones mías, que concuerdan perfectamente con cuanto Nieto sostiene con valentía en sus obras, hacen más fácil y grata mi tarea de prologuista, permitiéndome exponer con entera franqueza lo que pienso en estos complejos problemas que á Mindanao se refieren.

Su locura senil tomaba un carácter lúbrico, expresándose con un lenguaje que escandalizaba ó hacía reir á todos los de la estancia. ¡Ah, ladrón, y qué lindo eres! decía mirando al nieto con sus ojos que sólo veían pálidas sombras . El vivo retrato de mi pobre finada... Diviértete, que tu abuelo está aquí con sus pesos.

Filas interminables de mujeres, jóvenes en su mayoría, vestidas ligeramente con trajes de percal de mil colores, todas con flores en el pelo, liaban cigarrillos delante de unas mesas toscas y relucientes por el largo manoseo. Al lado de muchas de ellas había cunas de madera con tiernos infantes durmiendo. Estas cunas, según me advirtió Nieto, las suministraba la misma fábrica.

Y soltó la palabra gorda, sin despojarse de su seriedad, como lanzaba siempre las expresiones más atroces. Desde aquel día modificó su camino, para huir de los que tenían fe en la exactitud de sus paseos. Algunas veces hablaba a su nieto de las antiguas grandezas de la casa. Los descubrimientos geográficos habían arruinado a los Febrer. El Mediterráneo no era ya el camino de Oriente.

Y por la atracción del contraste, miró un momento con ojos compasivos al conde de los palacios desamueblados, al nieto del protector de Miguel Ángel, que la hablaba de amor, pretendiendo separar su atención de las cosas interesantes que se desarrollaban sobre la blanca pantalla.

Palabra del Dia

rigoleto

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