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Actualizado: 27 de julio de 2025


Esta costumbre, que se trata de estirpar, obliga entre tanto á los curas á unir en la mas tierna edad á los jóvenes, con el objecto de cohonestar en cierto modo la conducta de estos y la de sus deudos; por lo que se ven niñas de ocho años formalamente casadas con mancebos de doce.

Enteráronle de lo ocurrido. Fué a ver a su hija al colegio de niñas pobres. La sacó de allí y la puso en otro de pago, adonde por rara casualidad iba a visitarla. En la población, sin embargo, fué loado su rasgo de generosidad.

El bolsista sentía como un renacimiento de la vida, algo que recordaba sus fiebres de joven, cuando siendo primer dependiente bromeaba y perseguía a la criada Teresa en la trastienda de Las Tres Rosas. Las niñas habían sido enviadas por su mamá a casa de «las magistradas». Juanito estaba en la tienda; y en cuanto a Rafael, no había que esperarle hasta bien entrada la noche.

Diga usted, papá: Cuando a me falta aire y me ahogo, como aquella infeliz avecilla, ¿no se me podría también devolver la vida rodeándome de flores? , Magdalena; , hija mía; ya lo haremos así asintió el doctor. No pases pena: yo te llevaré a un país en que no mueren jamás ni las flores, ni las niñas y allí vivirás entre rosas como una abeja o un pájaro.

Osorio tuvo la mala ocurrencia de traer a las dos niñas que tenía en el colegio de Chamartín, una de diez y otra de once años, a pasar unos días con ellos. Las pobrecitas tuvieron que marcharse antes de lo que les había prometido su padre, porque Clementina estaba tan ocupada que apenas podía fijar en ellas la atención.

Carmen y Lucía son mellizas, muy lindas ambas y bastante vivaces, sobre todo Lucía, mi ahijada. Apenas cuentan 16 años. A Estefanía, mi hermana, le urgía mucho esta presentación. Yo la decía con frecuencia que me parecía pronto para lanzar a las niñas al torbellino del mundo.

Ruborizábase pensando en las horas que pasaban, siendo niños, sentados en un ribazo, oyendo ella la historia de Cenicienta, la niña despreciada convertida repentinamente en arrogante princesa. La eterna quimera de todas las niñas abandonadas venía entonces a tocarle en la frente con sus alas de oro.

Esto te lo digo, Juanito, porque eres el más formal de la casa y necesito tus consejos. Pero ¡por Dios! ni una palabra a las niñas; que no sepan las pobrecitas la situación. Se sentirían humilladas, y no quiero que mis hijas se consideren inferiores a sus amigas. Lo que menos preocupaba a Juanito era lo que pudiesen pensar sus hermanas.

Van a quedar en la calle, chiquillo.... He confesado a la infeliz de la madre y no pudo negármelo.... Yo ya lo sabía por un abogado. Va muy mal todo eso.... Niñas, sentaos añadió dirigiéndose a Lola y Clara . Mozo, cuatro medios de leche y barquillos.... Yo no tomo... dijo Baltasar.

Doña Laura dio varias cabezadas, y entre dormida y despierta, exclamó con ira: «Siempre mirándote al espejo». «Mujer dijo, riendo D. José sin dejar su obra . Si no me miro al espejo, si estoy cosiendo...». Las niñas sonreían. Algo azarada D.ª Laura despertaba del todo, y decía: «No, no estaba dormida. Yo lo que me digo».

Palabra del Dia

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