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Actualizado: 11 de junio de 2025


¡Bah, bah! refunfuñó el aludido revolviéndose un poco , no me rompas la cabeza. puedes jacer lo que te acomode, que yo bien lo que me hice. ¡Jinojo! replicó don Sabas , es que el miramiento ése fue tal, que si no topo ahora mesmo con Neluco, se pasa el santo día sin que yo me entere de lo que a ti te pasó anoche.

¡Pues eso sólo le faltaba a usted! exclamó aquí Neluco llevándose las manos a la cabeza, como yo me las había llevado poco antes y con el propio motivo . Con una compañera de esa estofa no viviría usted aquí en santa paz media semana. Mil veces peor que la enfermedad sería la medicina.

Tablanca y Robacío eran dos pueblos que se «trataban» mucho; y las familias de Lita y de Neluco, muy amigas desde tiempo inmemorial: hasta había algo de parentesco entre ellas. Lita había pasado, de niña y de moza, buenas temporadas en casa de los Celis; y Neluco, mientras vivió en Robacío, a cada instante se llegaba a Tablanca y casi siempre comía y se hospedaba en casa de don Pedro Nolasco.

En cuanto al Pomar ausente, sólo se sabía de él, por referencias de su hermano, que andaba bien de salud y que no tardaría en llegar, porque habría en la mina de oro empleos de mucho lucro para los dos. ¡Morrocotudos consanguíneos me había encontrado yo en aquellas alturas de Cantabria! Tenía razón Neluco: merecían ser conocidos de cerca por el solar y los solariegos.

Esto del frío produjo en mi imaginación un trastrueque súbito de ideas; y olvidando al enfermo, no me acordé más que de la intentona dispuesta por los tres forajidos para aquella noche; y así es que pregunté a Neluco con la misma avidez que pudo hacerlo Facia en sus «mejores días» de espantos y congojas: ¿Cree usted que nevará?

Acordóse allí que fuera nuestra salida a media mañana, a más tardar; y para aprovechar bien el escaso tiempo que teníamos disponible hasta entonces, se abrevió la sobremesa y nos llevó al obsequioso huésped, acompañado de Neluco, a una solana que dominaba bien el valle, sobre el que me dio nuevos y curiosos informes, concluyendo por aconsejarme que no hiciera caso de los hidrólogos que sostienen que los manantiales del Ebro son filtraciones del Híjar, porque él mismo había estimado los niveles de ambos ríos, y resultaba mucho más alto el del primero que el del segundo, sin contar con que las aguas de uno y otro son de diferente color.

La cena no fue muy variada, pero abundante y sabrosa. Allí todo participaba del carácter sano y austero del señor de la torre. Carne y leche en dos o tres formas, y algún fruto de la tierra. Poco más o menos, como en casa de mi tío. Pero la amenidad que le faltaba a la cena por su propia sencillez, la hallábamos Neluco y yo bien cumplida en la palabra de nuestro noble anfitrión.

Se explicaba, en efecto, de este modo y muy sencillamente, el tuteo y la familiaridad entre el médico y la nieta del Marmitón; pero lejos de oponerse, ¿no ayudaba esto a lo otro que yo sospechaba? Apunté, como en chanza, unas indagaciones en este sentido. Igual que si hubiera dado con los nudillos en una peña del monte. Hasta dudé si Neluco se había enterado de ellas.

Acordéme entonces de Neluco y de Chisco, y supuse que la casa del primero sería una grande, de «cuatro aguas», que no distaba mucho del camino; y supuse bien, según respuesta que dio a una pregunta que le hice, un muchachuco más guapo que limpio de cara y de vestido, que jugaba, con otros de pelaje aún más humilde, en una brañuca próxima a la portalada.

Resistiéndose todavía Neluco a ampliar los escasos informes que me había dado por el camino sobre la persona a quien íbamos a visitar, anduvimos por lo llano un corto trecho, y llegamos, no a la torre, sino a la trasera de un cuerpo del edificio que se unía a ella por el muro de una portalada.

Palabra del Dia

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