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Actualizado: 20 de julio de 2025
Obispo turolense D. Francisco Perez de Prado, tiene en su parte principal la Purísima, con cuya condición el prelado ayudó con sus fondos particulares a la construcción: al lado de la Epístola y en una urna, se ve a Santa María Magdalena, de bulto, en actitud penitente y contemplativa, perfectamente acabada: debajo del órgano hay un altar de San Jorge, de bastante mérito, y que se supone con mucho fundamento ser de la época del Rey D. Jaime, así como un Nazareno con la Cruz a cuestas, que va en las procesiones de Semana Santa: el mencionado Rey D. Jaime, cuyo retrato se conserva al lado del retablito de San Jorge, fundó en 1262 una cofradía de Caballeros de Teruel, siendo el monarca el primer cofrade: hay en la Secretaría de esta Iglesia un San Juan Bautista de cuerpo entero, que patentiza la valentía del pincel que le esculpió en el lienzo.
La tristeza dramática del Nazareno tropezando en las piedras y agobiado bajo el peso de la cruz parecía consolar a la pobre esposa. ¡Señor del Gran Poder!... Este título vago y grandioso la tranquilizaba.
Por encima de las diferencias religiosas y filosóficas, de la oposición de inteligencia y carácter asomaba briosamente el amor a la humanidad que latía en el corazón profundamente cristiano del joven sacerdote. D. Álvaro era un hermano que padecía. Ante esta consideración, todas las demás ceden en las almas donde ha soplado el espíritu del sublime Nazareno.
La condesa de Onís era dentro de su sexo un tipo tan estrafalario, por lo menos, como su hermano. Bajita, rechoncha, cara redonda y pálida con ojos negros y muertos, el cabello pegado a las sienes con goma de membrillo, vestida constantemente con el hábito morado del Nazareno. Vivía recluida en su palacio como una monja en el convento.
El más concurrido se levantaba frente a la iglesia de Santiago. Dirigíalo un morisco a quien llamaban el Nazareno, por su semejanza quizá con algún Crucifijo muy barbado y negruzco de las ermitas. A las diez de la mañana o a las seis de la tarde, caía a aquel figón toda clase de gentes.
Se puso el menos viejo de sus ponchos, de color de mostaza, y un sombrero enorme, por debajo de cuyos bordes se escapaba una melena lacia é intensamente negra, uniéndose á sus barbas de Nazareno. La silla de montar tenía á ambos lados unas alas fuertes de correa, llamadas «guardamontes», para librar las piernas del jinete de los arañazos y golpes de los matorrales.
Sabed, hermanos mios, que predica en esta ciudad de Jerusalen un varon justo llamado Jesus Nazareno: el cual obra muchas maravillas, resucita muertos, sana leprosos, da vista á ciegos, pies á cojos, libre uso de miembros á paralíticos.
3 Judas pues tomando una compañía de soldados, y ministros de los sumo sacerdotes y de los fariseos, vino allí con linternas y antorchas, y con armas. 4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y les dijo: ¿A quién buscáis? 5 Le respondieron: A Jesús Nazareno. 6 Y cuando les dijo, YO SOY, volvieron atrás, y cayeron a tierra.
22 Varones Israelitas, oíd estas palabras: El Jesús Nazareno, varón aprobado de Dios entre vosotros en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por él en medio de vosotros, como también vosotros sabéis; 24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella.
No, si yo no comparo... Pero, señores, señores, digo yo repetía doña Rufina ¿cuándo ha visto Ana que una señora fuese en el Entierro detrás de la urna con hábito, o lo que sea, de nazareno?... Sí, verlo, sí lo ha visto. Lo hemos visto en Zaragoza... por ejemplo. Pero yo no sé si aquellas eran señoras de verdad.... Y además, no irían descalzas dijo Obdulia.
Palabra del Dia
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