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Actualizado: 30 de abril de 2025
En la segunda víspera de Navidad se representaba el suplicio de San Esteban, y en la octava de los Inocentes una farsa burlesca, en la cual enmudecían los coros de mancebos, dirigiendo uno las funciones, que costeaba el arzobispo . Es probable que tales usos, peculiares á una ciudad catalana, fuesen comunes á las demás de España de la misma época.
Juan de la Duela... Llegados felizmente al puerto de Navidad, en la Española, despachó el Almirante para volver á Castilla 12 de las naves al mando de Antonio de Torres, hermano de la nodriza del príncipe D. Juan, con el piloto mayor Pero Alonso Niño, y quedóse con las otras cinco embarcaciones para atender á las necesidades que ocurrieran.
¡Vámonos, vámonos, murmuraba la anciana que pronto darán las doce! ¡A misa, niños! ¡A misa, Andrés!.... ¡Fiesta completa! ¡Inolvidable Noche Buena! ¡Qué poco necesita el hombre para ser feliz! Por aquellos días recibió Angelina una carta del P. Herrera. En ella le anunciaba que pasadas las fiestas de Navidad le tendría en Villaverde.
Un jesuita amenazó con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que, habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro.
Desde que Celinina cayó enferma, sintió el afán de las poéticas fiestas que más alegran á los niños: las fiestas de Navidad. Algunos se creen capaces, con la mayor ingenuidad, de embuchar en sus estómagos cuanto ostentan la Plaza Mayor y calles adyacentes.
¡Alabado sea Dios! murmuró ella con un profundo suspiro, juntando las manos. Pero ven, Marta dije llevándola a la mesa. Vamos a festejar la Navidad.
Navidad de Zaragoza, repartida en cuatro noches, compuesta por Matías de Aguirre: Zaragoza, 1654.
Condena enérgicamente los abusos inmorales, que se habían deslizado en las iglesias metropolitanas, catedrales y otras, y habla de los juegos escénicos, mascaradas, monstruos, espectáculos y diversas figuras escandalosas, que aparecían en las iglesias en las fiestas de Navidad, de San Esteban, San Juan, los Inocentes, cuando se cantaban nuevas misas y en ciertos días festivos, y de los desórdenes que producen, y de las poesías chocarreras y bufonadas que se oyen en ellas, sin reparar en que se celebra al mismo tiempo el culto divino, y que lo interrumpen y conturban.
El ruido de la guitarra y de los cantos de los ciegos arreció considerablemente, uniéndose al estrépito de tambores de Navidad. «¿Y tú no tienes tambor?» preguntó Jacinta al pequeñuelo, que apenas oída la pregunta ya estaba diciendo que no con la cabeza. ¡Que barbaridad! ¡Miren que no tener tú un tambor...! Te lo voy a comprar hoy mismo, ahora mismo. ¿Me das un beso?
Aún no he visto este año la feria de Navidad. Y eso que teniendo carruaje se puede salir de casa sin miedo al tiempo. Y lo de tener carruaje acentuábalo doña Manuela como si fuese la ejecutoria de la distinción, el signo único que marcaba la diferencia de castas.
Palabra del Dia
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