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Actualizado: 26 de mayo de 2025


El marqués de Pierrepont, después de dos o tres infructuosas tentativas para forzar la consigna, había creído delicado no insistir, así, pues, perdió de vista a esta familia, sabiendo luego su total naufragio y la muerte del conde y la condesa.

Especialmente, su sargento primero, un parisiense que siempre está de broma, pone la carne de gallina con sus chanzonetas. ¡Un naufragio!... Pues, si es la cosa más divertida un naufragio. Salimos del paso con un baño frío, y después nos conducen a Bonifacio, a comer mirlos en casa del patrón Lionetti. Y los «tiralíneas» ríe que te reirás...

Al día siguiente, las dueñas y las doncellas del cuarto de la duquesa fueron despedidas por el mayordomo. Pero, ¿por qué se nos despide? dijo una doncella que había sido envuelta sin culpa en el naufragio universal. No lo , señoras mías dijo el mayordomo ; no más, sino que su excelencia acaba de decirme que despida á sus dueñas y á sus doncellas. Y el mayordomo decía la verdad.

Pero la voz de su otro hemisferio mental, aquella voz fanfarrona y loca que le impulsaba á embarcarse en los buques destinados al naufragio, á desafiar los peligros por el placer de poner á prueba su vigor, también le dió consejos. Era villano abandonar á una mujer. Sólo un miedoso podía hacerlo... ¡Tanto que parecía amarle esta alemana!...

Razonte sufre mil importunidades de Aldonza, sobrina de su huésped, pero guarda fidelidad á su Angélica. Carlino busca á un judío para empeñar unos diamantes que su señor ha salvado del naufragio, y de paso intenta convertir al descreído. Los dos náufragos prosiguen su viaje á Madrid; Aldonza se queda desconsolada, aconsejándole Butrago que nunca ofrezca su corazón á gentes principales.

Un suceso inaudito llenaba las páginas de los periódicos, y tal era su novedad, que paralizó la vida corriente, aglomerando á todos los habitantes en las plazas y calles céntricas. Un temblor de tierra, la erupción de un nuevo volcán, un gran naufragio ó una catástrofe aérea no hubiesen acaparado tanto la atención. Lo que ocurría era aún más extraordinario.

A partir desde aquel día, el movimiento de París nos envolvió y fuimos arrastrados por aquel torbellino en el cual corren riesgo de aturdirse las cabezas más fuertes y tienen muchas probabilidades de naufragio los corazones más firmes.

Pero su arrogancia temeraria, que le había hecho embarcarse en buques destinados al naufragio y le empujaba hacia el peligro por el gusto de vencerlo, gritó más alto que la prudencia. «¡En mi patria!... se dijo mentalmente . ¡Querer asesinarme cuando estoy en mi tierra!... Yo les haré ver que soy un español...» Conocía el bar del puerto mencionado por Freya.

Sentía hacia su marido, sin embargo, una especie de lástima, y aun se prestaba a la singular manía en que últimamente aquél había dado revelando a su propia mujer, sus pérdidas al juego, sus desventuras amorosas, su naufragio moral, y cómo le eran indispensables las mujeres para consolarse de las traiciones del juego, y el vino para olvidar las femeninas veleidades.

Decia un dia el gran filósofo Citofilo á una dama desconsolada, y que tenia sobrado motivo para estarlo: Señora, la reyna de Inglaterra, hija del gran Henrique quarto, no fué ménos desgraciada que vos: la echáron de su reyno; se vió á pique de perecer en el océano en un naufragio, y presenció la muerte del rey su esposo en un patíbulo.

Palabra del Dia

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