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La introducción de carneros de Patagonia, con el objeto de cruzarlos con los del país, es una de los adelantos recientes del desarrollo de la industria pecuaria en el Perú. El Perú es la tierra natal de los llamas, que fueron las únicas bestias domésticas que tenían los indios antes de la época del descubrimiento.

Continúa después otro párrafo, también muy hermoso, todo lleno de respuestas de esta, clase, con unos ejemplos y unas comparaciones admirables por lo oportunas y la mucha erudición que revelan, y concluyo diciendo: ¿Quieres ¡oh, mi villa natal infortunada! romper tus cadenas, y ser grande y rica y bella?

Vista de lejos, la opinión pública de su ciudad natal le pareció mucho menos temible, y resolviose a arrostrarla, en caso de necesidad, si bien con maña y no provocándola de frente. Más de una vez, en la ligera tienda de campaña o en algún caserío vascongado, se acordó de la Tribuna y creyó verla con el rojo mantón de Manila o con el traje blanco y azul de grumete.

Había en mi ciudad natal de Salem, hará cosa de medio siglo, un muelle muy lleno de animación, y que hoy sucumbe bajo el peso de almacenes de madera casi podrida.

Aunque andaba muy difícilmente, quise pasar por mi antigua casa, y vi en la puerta a una mujer andrajosa que freía sangre y tripas. Conmovido en presencia de mi morada natal, no pude contener el llanto, lo cual, visto por aquella mujer sin entrañas, se le figuró burla o estratagema para robarle sus frituras.

Con la tal circular sancionó el Ejecutivo la opinión de Castro Pérez. Desde entonces en mi querida ciudad natal todo el mundo dice y escribe «vilaverdino», menos don Román que no se da por vencido. Firmó el jurisconsulto su alegato, se quitó el bordado fez, tomó el sombrero y el bastón, y se fué a la calle. Apenas salió el jurisconsulto me puse a examinar el despacho.

Cuando compró la hacienda de Santa Clara, el señor Fernández vino a vivir a mi ciudad natal, y procuró relacionar a los suyos con lo mejor de Villaverde. Pero éstos no hicieron relaciones con nadie; mejor dicho: los villaverdinos no correspondieron a los deseos de la señora y señorita Fernández.

Yo estoy contento, sin embargo, con este progreso, y la primera vez que comí un pan de trigo y maíz, como en mi tierra natal, lloré de placer, no sólo porque eso me traía a la memoria los tiernos recuerdos de la patria, sino porque comprendí que con este pan, más sano que la tortilla , la condición física de estos pueblos iba a mejorar también: ¿no opina Vd. lo mismo?

¿Ella? repuso Lola . ¡Ah!, todas las noches, al recibir el ramo, le contesta lo mismo, invariablemente: Jrasiás, señor duque, trop amable. Redoblaron las carcajadas. Hasta la condesa se sonreía, con el abanico abierto delante por decoro. ¡Chist! pronunció Luisa Natal . ¡Ahí viene! ¡La sueca! exclamó Pilar. Todas volvieron el rostro, en extremo conmovidas.

Rosalindo acabó por aceptar la cifra, ya que este desembolso iba á librarle de nuevos encuentros con la difunta. Más difícil fué llegar á un acuerdo con ño Juanito sobre sus gastos de viaje. Por menos de cien pesos no se movía de su tierra natal. El era muy patriota, y como estaba viejo, sólo por una suma decente podía correr el riesgo de que lo enterrasen fuera de Chile.