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Actualizado: 27 de junio de 2025


Frente á se hallaba el buen Alain, que me sonreía á cada golpe de remo, con aire de complacencia y protección: más próxima, la señorita Margarita vestida de blanco contra su costumbre, bella, fresca y pura como una azucena, sacudía con una mano las húmedas perlas que la mañana suspendía en el encaje de su sombrero, y presentaba la otra como un incentivo á Mervyn, que nos seguía á nado.

Mucho; pero me alegraría de haberte visto primero. Hace hora y media que te estoy esperando. ¿Y qué? ¿Es gran sacrificio esperar hora y media a la mujer que se adora? ¿ no has leído que Leandro pasaba todas las noches el Helesponto a nado para ver a su amada?... No; no has leído eso ni nada.... Mejor: yo creo que te sentaría mal la ciencia.

Del Mare nostrum no quedaba visible ni la boca de la chimenea ni una punta de mástil: todo se lo había tragado el abismo... Ferragut llegó á dudar si realmente había existido su buque alguna vez. Nadó hacia un madero que flotaba cerca, apoyando los brazos en él.

Y al día siguiente salen al campo las tropas á disparar flechas y tirar lanzazos al aire; marchan larguísimas jornadas, duermen á la intemperie sobre el duro suelo, pasan ríos á nado, comen mal, y al fin, toda esta hermosa juventud vuelve abrumada de cansancio, pero sana de pensamiento y curada por algunos meses de su inquieta y misteriosa enfermedad.

Cada cual nadó por su lado. Al ruido que habíamos hecho habíanse despertado algunos marineros que dormían en los barcos anclados, y acudió también la pareja de carabineros que estaba de vigilancia. Diéronse voces de socorro; prodújese el alboroto consiguiente. A me sacaron en vilo dos marineros que habían saltado en un bote.

Gran dominio debía de tener sobre mismo, porque le contestar con calma: ¡Basta ya! No disputemos, Ruperto. ¿Están en sus puestos Dechard y Bersonín? , señor. No le necesito a usted por ahora. No estoy fatigado... Sírvase usted dejarnos ordenó impaciete Miguel. Dentro de diez minutos quedará retirado el puente levadizo y supongo que no querrá usted regresar a nado a su cuarto.

El mar estaba oscurísimo; más oscuro que visto desde la cubierta del laúd. Creyó distinguir una mancha blanca, un fantasma que flotaba a lo lejos sobre las olas, y nadó hacia él. Pero de pronto ya no lo vio allí, sino en lugar opuesto, y cambió de dirección, desorientado, nadando con fuerza, pero sin saber dónde iba.

Nadó más de una hora, creyendo a cada rozamiento que el cuerpo de su hijo iba a surgir bajo sus piernas, imaginándose que las sombras de las olas eran el cadáver del niño que flotaba entre dos aguas. Allí se hubiera quedado, allí habría muerto con su hijo. El compadre tuvo que pescarlo y meterlo en la barca como un niño rebelde. ¿Qué hacemos, Antonio?

Los vetustenses no se fían de aquellos halagos de luz y calor y se abrigan y buscan su manera peculiar de pasar la vida a nado durante la estación odiosa que se prolonga hasta fines de Abril próximamente. Son anfibios que se preparan a vivir debajo del agua la temporada que su destino les condena a este elemento.

Pero lo que un tigre no puede, lo consigue una vaca o un novillo; cuando éstos atraviesan a nado el río, pasando, en el bajo Magdalena, del Estado de Bolívar al que lleva el nombre del río y que ocupa la margen derecha, o viceversa, si el caimán los ataca, levantan un poco la parte anterior del cuerpo y hacen llover sobre el agresor una lluvia de «puñetazos» con sus córneas pezuñas, que lo detiene, lo atonta y acaba por ponerlo en fuga...

Palabra del Dia

rigoleto

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