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Procuró Alvar Nuñez la amistad de Irala, y en efecto se juraron el uno al otro union y fraternal; quedando Irala, con la potestad que antes, de mandar el pueblo.

Saludáronse con frialdad de buen tono que mostraba al mismo tiempo confianza y Núñez siguió leyendo. ¡Cuidado que se pone cursi el paseo de la Castellana los domingos...! Es decir, se pone más porque lo está siempre.

Dejaron la calle de Atocha y se internaron por una de sus travesías laterales. Tristán marchaba delante con Escudero, detrás Barragán con Reynoso. Este no había despegado los labios, pero pocos momentos después de caminar los acercó al oído del paisano. ¿Quién es? Núñez murmuró Barragán apretando al mismo tiempo con afectuosa ternura la mano de su amigo.

Núñez dio un prolongado chupetón al cigarro, sacudió la ceniza con el dedo meñique. ¿Barragán ha visto o ha olido a tu cuñada? preguntó al cabo con afectada indiferencia. Dice haberla visto cuando se inclinó para tomar el vaso replicó Tristán sin perderle de vista. ¡Oh! entonces no hay cuidado.

Una cosa para incomprensible, señor Pareja, es cómo ha llegado usted a profundizar materias tan diversas, la filosofía, las ciencias naturales, la historia, la política, la música... Cuestión de método, querido Núñez; adecuada distribución del tiempo; ése es el secreto.

Y paso entre paso llegaron hasta el salón del Prado y subieron por la calle del mismo nombre hasta el Ateneo. Allí se despidieron. García no era socio, no ciertamente por falta de ganas, sino de recursos pecuniarios. Columpiándose en una mecedora con un periódico en las manos halló Tristán a su amigo Núñez en una de las salitas de conversación de aquel centro docente.

Ya no frecuentaba tanto a Gustavo Núñez porque a éste le agradaban más los apartes con las damas que las reuniones con los hombres aunque fuesen literatos. Sin embargo, alguna vez paseaban o comían juntos. El pintor no había dejado de visitar la casa de los recién casados aunque estaba seguro de que no era santo de la devoción de la señora.

Efectivamente aún no te he visto con la cara hinchada... ¡Pero no te descuides! Todavía charlaron unos momentos embromándose mutuamente cuando se oyó el grito del conserje : Conferencia del señor Jiménez... Conferencia del señor Jiménez. Vamos a oír a Jiménez dijo Núñez alzándose de la mecedora. Sin embargo, Tristán todavía sentía un vago malestar en su espíritu.

Anton García, T. de seda 1514 Alonso Nuñez, T. de raso 1534 Hernando Dávila, T. de tocas idem Juan del Castillo, T. de damascos idem Alonso de Carvajal, Cristóbal Alameda y Bartolomé Barrasa, Ts. de terciopelo idem Antón Ramirez T. de oro y sedas idem Virgilio Ximénez, T. de mantos idem Juan de Illescas, T. de oro tirado idem Lucas Sánchez, T. de randas 1548 Pedro de Espinosa, T. de terciopelo 1555 Juan de Arva y Manuel Fernándel, Ts. de tafetán 1575 Diego de Lara, T. de buratos idem Diego de Agüero y Diego de la Cruz, Ts. de brocados 1576 Francisco Pérez de Morales, T. de damasco y terciopelo. 1598

Sentáronse a la mesa a más de la familia, de Tristán y Núñez, Cirilo y Visita, el marquesito del Lago, su hermana la condesa de Peñarrubia que se hallaba pasando unos días en el Escorial con su madre, Escudero y su hija Araceli, Narciso Luna, muy popular en el mundo elegante y disipado de Madrid, amigo íntimo de la condesa de Peñarrubia, Gonzalito Ruiz Díaz, primogénito de los duques del Real-Saludo que pertenecían también a la colonia veraniega del Escorial y habitaban en un suntuoso hotel de su propiedad, dos hermanas de éste amigas de Clara y de la edad de ella aproximadamente, el farmacéutico Vilches, primo hermano de Elena, con su señora, el paisano Barragán y otros pocos invitados más hasta el número de treinta.