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Actualizado: 10 de junio de 2025


El sol hacía crujir las cortezas de los árboles y estallar las simientes olvidadas a flor de tierra; danzaban como chispas de oro los insectos zumbadores en las barras de luz que perforaban el follaje; caían con blando chapoteo, de tarde en tarde, los higos maduros despegándose de las ramas; sonaba a lo lejos el arrullo del mar, batiendo las rocas al pie de la muralla; y en esta calma poblada de murmullos seguía Febrer disparando pistoletazos.

Y obsequiada ya de este modo la familia, el vaso, el pan y el queso comenzaron á circular por la reunión entre murmullos muy expresivos, oyéndose de vez en cuando aquí y allá, bien por la chillona voz de una mujer, bien por la ronca de un hombre, la frase consabida «á la buena gloria del defunto». La jarra volvió á presentarse otra vez delante de la viuda.

Clementina concluye enamorándose de un perro de Terranova o de un periodista. Cuando entraba Raimundo en el salón con su cabeza de querubín rubia y melancólica, con su aspecto humilde y embarazado, todas las miradas se posaban sobre él con curiosidad. Había sonrisas, murmullos, frases ingeniosas y estúpidas. Se le discutía.

Creía de buena fe que al ponerse los guantes o el abrigo de pieles o el sombrero, cometía un acto reprobado por las leyes divinas y humanas. Los murmullos, las miradas burlonas, eran el castigo necesario de esta infracción. De aquí sus temores y congojas cada vez que iba a presentarse en el teatro o en el paseo, y el rubor que la acometía.

En torno de él, la vegetación silvestre, agrandada por la sombra y el misterio, parecía reír irónicamente de su cólera con grandes murmullos. Al fin, la fresca serenidad de la tierra soñolienta pareció penetrar en él. Acabó encogiéndose de hombros con gesto de desprecio, y llevando el revólver por delante, continuó su camino hasta encerrarse en la torre.

Quienes carecen de oro son hombres indiferentesLa alusión a las naves de Hernán Cortés, ni la entiendo, ni creo que mi padre la entendiese. Ello es que las sentencias de mi padre produjeron asombroso efecto. La duquesa sonrió complacida y los tertuliantes mascullaron murmullos de aprobación. Terminó la reunión sin que la señora pusiese en evidencia el don poético de mi padre.

La calma del crepúsculo, compuesta de murmullos imperceptibles, de lánguidos suspiros que exhala la Naturaleza próxima a adormecerse, invadía el ambiente.

Un estallido de alegría germánica borró los últimos murmullos de la decepción causada por Isidro. La risa fue general al ver entre los gendarmes al «doktor» el mismo del que hablaba Maltrana en Tenerife , enorme de cuerpo, grave de rostro, con sus barbas de un rojo entrecano y gruesos cristales de miope.

El aparato del culto católico, en el cual había fijado poco la atención, empezó a fascinarle; el dulce recogimiento del templo, a la caída de la tarde, cuando se puebla de sombras y de murmullos, le infundía suave desasosiego, cierta ansia especial de un nosequé elevado y arcano; los olores del incienso y de la cera eran para él como grato beleño que le adormecían arrastrándole a regiones gloriosas de dicha inmortal; los actos de caridad frecuentes le producían un dejo agradable y grande bienestar que acrecía su fe; la humillación del sacramento de la penitencia, que al principio tanto le repugnaba, llegó a ser un manantial de goces que él mismo no sabía de dónde procedían ni de qué modo embargaban su alma.

Un redactor de El Joven Sarriense trató de pronunciar algunas palabras, pero le interrumpieron con algunos murmullos desde los palcos, y se sentó muy desabrido.

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