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Actualizado: 3 de julio de 2025
Mañana en la noche estaré en París. ¡Pobreza, soledad, desesperación, que allí os dejé, voy á hallaros de nuevo! ¡Ultimo sueño de mi juventud, sueño del Cielo, adiós! París. Al día siguiente por la mañana, cuando iba á montar en el ferrocarril, entró en el patio del hotel un carruaje de posta, y vi descender de él al viejo Alain. Cuando me vió, su fisonomía se iluminó.
Se apresuró a arreglar la cama haciendo desaparecer toda señal de haber descansado en ella y salió de la estancia; se despidió de Dª Josefa y fue a su casa. Al oscurecer llegó el P. Gil; se vio con él y convinieron en salir a la madrugada, antes que fuese día, y montar en el coche que aquél había dejado en las inmediaciones.
Entregaron luego a Kassim para montar, un solitario, el brillante más admirable que hubiera pasado por sus manos. Mira, María, qué piedra. No he visto otra igual. Su mujer no dijo nada; pero Kassim la sintió respirar hondamente sobre el solitario. Una agua admirable... prosiguió él costará nueve o diez mil pesos. Un anillo! murmuró María al fin. No, es de hombre... Un alfiler.
Al despedirse de Cirilo le dijo Elena: Hazme el favor de pagar a los criados y cerrar la casa. ¿Cerrar la casa? exclamó aquél. Sí replicó Elena rompiendo a llorar . Yo no volveré ya más, suceda lo que suceda. Y se apresuró a montar en el coche. En el trayecto a la estación Visita la besaba cariñosamente y le decía al oído: ¡Ánimo, Elena! El corazón me dice que volverás a ser feliz.
Esas cualidades especiales habían cautivado al señor de Maurescamp, quien se había propuesto, hacía ya algún tiempo, hacerse criador y montar una caballeriza de cacerías; no cesaba de tener conferencias sobre tan importante asunto con el capitán de Sontis, y apreciaba altamente sus preciosos consejos.
Aquella noche dije a mi padre mi deseo de aprender a montar. No quise ocultarle que Pepita me había excitado a ello. Mi padre tuvo una alegría extraordinaria. Me abrazó, me besó, me dijo que ya no era Vd. solo mi maestro, que él también iba a tener el gusto de enseñarme algo.
Las paredes eran de madera, los muebles pocos y rústicos, y mezclados con ellos vió sillas de montar, aparatos de topografía, sacos de comestibles. Todo estaba revuelto y sucio en esta vivienda dirigida por hombres distraídos á todas horas por las preocupaciones de su trabajo. Torrebianca sonreía con una amabilidad humilde, aceptando las explicaciones de su amigo.
A la mañana siguiente, cuando Baldomero entró al dormitorio, con las primeras luces del día, a despertarles, para montar en los caballos ya ensillados, Lorenzo y Ricardo, dijeron casi al unísono: ¡Yo no puedo moverme!... ¡ay!...
Una vez viuda, o poco menos, había venido a París donde vivió modestamente hasta la muerte de su padre. Una herencia más considerable de lo que ella esperaba la había permitido montar su casa con cierto lujo. Algunas especulaciones afortunadas habían aumentado su capital; era rica, pero se aburría. A los treinta años se soporta de mala gana la soledad.
Conociendo Fabrice la pasión de su mujer por los ejercicios del sport, quiso que ella volviese a montar a caballo y aun él mismo se había dado a la equitación hacía dos o tres meses, acompañando frecuentemente a su mujer en sus paseos matutinos al Bosque.
Palabra del Dia
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