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Actualizado: 3 de julio de 2025
Al entrar en el alojamiento del ingeniero encontró á éste paseando con impaciencia. Se había puesto ya las botas altas y el pantalón de montar. Un cinturón con revólver y su blusa estaban sobre una silla. Con las mangas de la camisa recogidas y la pechera abierta, mostraba aún las frescas señales de su ablución matinal. Su rostro era más duro y autoritario que otros días.
Cuando la tuvo hecha bajó cautelosamente hasta la puerta del jardín y salió de casa. Atravesó el parque, atravesó el bosque y en pocos minutos se encontró a campo raso. Emprendió por los senderos el camino de Zarzalejo para montar allí en el primer tren que le alejase de Madrid. Cuando hubo caminado algún tiempo se detuvo y volvió los ojos hacia su casa.
Tal vez la hija de Rojas, aburrida de su soledad, se decidiese á montar á caballo. Estaba dispuesto á esperar hasta que el sol se ocultase. Llevaba á precaución, en una bolsa de su montura, algunos comestibles. Además, como todos los enamorados, olvidaba que los hombres nacen con la enfermedad mortal del hambre y únicamente pueden seguir viviendo si se curan de ella dos veces al día.
Para hospedarle con decoro y hasta con lujo, acudió a doña Luz pidiéndole las mejores habitaciones de su casa solariega, no ocupadas por su sobrino; y para ofrecer a D. Jaime un buen caballo en que montar e ir de pueblo en pueblo, acudió asimismo a doña Luz, pidiéndole prestado su hermoso caballo negro. Doña Luz tuvo que acceder a todo.
Así que, apenas saltó en tierra delante de la puerta, acometida súbito de un vivo e irresistible anhelo, volvió a montar apresuradamente, diciendo al cochero: A casa de mamá. Le abrió el sereno la puerta exterior: la del piso el criado que había estado velando y que aguardaba la salida del señorito para irse a costar. ¿Dónde está mamá? En las habitaciones de adelante con el señorito Emilio.
Sus sables, sus uniformes y hasta una silla rusa de montar figuraban en este salón convertido en museo del difunto. ¡Ha muerto como lo que fué! gemía la viuda . Le han matado sus heridas. En este período se inició la última evolución de la grandeza de don Marcos Toledo. El sabio ruso había quedado en segundo lugar.
Entónces, miéntras que la gente de tono hace prodigios en las procesiones para ponerse á la altura de la opulencia inaudita de la Vírgen, los majos y las manolas ostentan en la feria todo el lujo de sus vestidos pintorescos, sus armas, cabalgaduras y aperos de montar.
Quiero decir que, como zapatero, no tengo preferencias políticas, sino como ciudadano. La ciencia zapateresca ignora las cláusulas políticas; por eso es analfabética. Yo, lo mismo hago botas de monte y campo, que botas de montar o zapatos higuelife. También confecciono calzado para religiosos y sacerdotes; ahí ve usted, don Manolito. Esas botas no me sirven.
Pues á mí me mira muy bien. ¿Sabe, al menos, montar á caballo? Nunca se le ve más que en los salones. No es un gaucho, seguramente, pero irá á pasear con nosotros cuando queramos... ¿Es cazador? Todos los franceses lo son. ¿Sabe tirar un tiro con puntería? No supongo que sea un Buffalo-Bill... Pero no creo que pensemos hacerle perseguir bisontes ó cazar osos grises.
Cuando dió el salto para cogerse a las rejas, el terrible Piscis se había vuelto ya y le vió. De dos brincos se plantó debajo del corredor, antes que el intruso pudiera montar sobre la barandilla, y con su famoso roten, le descargó en las espaldas tal garrotazo, que el pobre hombre soltó las manos y se dejó caer al suelo.
Palabra del Dia
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