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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
Su mujer salió á la puerta del cuarto con los ojos hinchados, enrojecidos, y el pelo en desorden, revelando en su aspecto cansado varias noches pasadas en vela. Acababa de marcharse el médico; lo de siempre: pocas esperanzas. Después de examinar un rato al pequeño, se había ido sin recetar nada nuevo. Únicamente al montar en su jaca había dicho que volvería al anochecer.
La Belleza opulenta en encantos y ricos vestidos, persuasiva en el hablar y española en el acento. En vano repitió la invitación del Excelsior. El hijo de las sierras rechazó a la Belleza con gallardía, no sin mitigar el desaire con una sonrisa y su última moneda de oro. Volvió a montar después, y emprendió su camino por la triste calle abajo, y luego por la llanura siempre lúgubre.
Entraba en la medicación el que Pilar anduvíese a lomos de borrico, a fin de que el trotecillo desigual le sirviera de ejercicio moviendo su sangre, sin causarle fatiga; y aunque la enferma aborrecía con toda su alma semejante cabalgadura, y hasta salir del pueblo iba a pie a costa de arrastrarse trabajosamente, consentía en montar, apenas se hallaba fuera de poblado.
Naturalmente Flora acudía pocos minutos después á Canzana tan roja por el placer como por lo agrio de la pendiente, abrazaba estrechamente á Demetria, la besaba, la pellizcaba y la mordía. Y lo que es menos natural, pero no menos cierto, poco después convencía á su padre de que debía montar inmediatamente á caballo y trasladarse á Oviedo y manifestar á sus cuñadas que aquello ya no tenía remedio.
No podía ser otra cosa sino médico este hombre que se presentaba de visita calzando espuelas y botas de montar y llevando en la mano unos guantes viejos. Don Manuel se había enderezado en el sillón de nogal y la niña enlazaba su bracito al del mozo recién llegado. No sabes lo oportunamente que llegas, hijo exclamó el enfermo. Qué, ¿se siente usted peor, acaso?
He examinado su hoja de servicios, y se lo he hecho presente al Rey, el cual ha tenido a bien conceder a usted el mando del primer regimiento del ejército, del de la Reina... Y como tengo entendido que no es usted rico, le ruego acepte la presente libranza para montar su equipaje con el decoro que corresponde a su nuevo destino.
Después de todo ¿no podía él intentar lo que otros realizaban? ¿Tan aventurado sería el imitar su ejemplo? Acaso sus terrores eran iguales á los de los que en otro tiempo hacían testamento antes de montar en el tren. El progreso, pensaba, lo ha simplificado y facilitado todo. Los viajes por mar eran partidas de placer reservadas solamente á los millonarios célebres por su lujo y su confort.
El mismo interlocutor nos condujo a otra taberna que allí cerca estaba, y entrando por ella hallamos en la trastienda, rodeado de una docena de chulos y gañanes, a nuestro profesor, con un kepis de miliciano en la cabeza, faja encarnada de general, sable y botas de montar; pero con la misma levita.
Hoy no existen allí sino una capilla, un hotel para los viajeros y algunas casas formando una calle, construidas en época reciente. Miéntras nos preparaban los caballos que debíamos montar para subir el Rigi, quisimos recorrer á pié, por entre rudas malezas, peñascos destrozados y hacinamientos desordenados de los restos del espantoso derrumbe, el teatro de desolacion que atestigua la catástrofe.
Complacíanse en verle montar a caballo, guiar un faetón, alternar con los jóvenes de la aristocracia, y se engreían infinitamente cuando oían hablar de su elegancia, de sus queridas, de los triunfos que obtenía en sociedad. Aquellos dos pobres hombres, encerrados en su oscura tienda, haciendo números y midiendo telas todo el día, no tenían con los goces de la existencia otro contacto.
Palabra del Dia
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