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Actualizado: 14 de junio de 2025
El cura aragonés se había dejado arrebatar por otra devota millonaria, fatigado sin duda de las exageradas comodidades que le proporcionaba su penitente y de las observaciones astronómicas sobre los tejados de los Campos Elíseos. Ahora tenía alojado en su vivienda á un monseñor, obispo in pártibus, que canalizaba el dinero de la viuda hacia muchas obras pías de su invención.
»Le diré lo que por mí no me hubiera atrevido a decirle; lo haré por monseñor, y el Cielo me dará fuerzas... Le diré: Arturo, ¿me ama usted? Y si, como creo, como temo, me contesta: No, Judit, obedeceré a usted; me alejaré de él, no volveré a verle jamás; y entonces, así lo espero, me estimará usted lo bastante para no ofrecerme nada y no añadir la humillación al sufrimiento.
Comía una vez por año en casa de su obispo, monseñor Faubert, prelado amable y rico, que recibía con bastante largueza.
Al inscribir en su lugar correspondiente los papeles que encerraba el secreter de monseñor, encontré un billete cuidadosamente doblado, el cual contenía esta firma: Judit, bailarina de la Opera. ¡Correspondencia entre una bailarina y un obispo!
»Perdone, monseñor, si esta carta le ha podido ofender... es de una pobre muchacha que no conoce el mundo ni los deberes que éste impone; pero que tal vez encontrará ante usted alguna gracia en la escasez de su inteligencia, en la franqueza de su corazón, y, particularmente, en el profundo respeto con que tiene el honor, etc.»
Ya Monseñor Van Weddingen, en sus Elementos razonados de la Religión, se expresa de esta suerte. «La fe y la ciencia de acuerdo podrían aceptar un transformismo en el cual quedasen a salvo la noción de la causa creadora y la del alma espiritual y libre.» De aquí se infiere que hasta el católico más ortodoxo puede ser darwinista, apoyándose en textos y sentencias de San Agustín, de Santo Tomás de Aquino y de otros Doctores y Padres de la Iglesia, según lo demuestra, o procura demostrarlo, el egregio poeta y filósofo italiano Antonio Fogazzaro en un reciente y muy interesante libro titulado Ascensiones humanas.
Cuando se hubo cansado monseñor sacó el reloj. Ya se acercan las cinco manifestó dirigiéndose con graciosa sonrisa a Araceli . Perdone usted, señorita, que le recuerde el dulce y solemne momento que se aproxima en que cumpliendo los mandatos divinos entregará usted su libertad al elegido de su corazón. Araceli bajó los ojos ruborizada.
Mi hermana se encuentra todavía a mi lado; ambas estamos muy inquietas porque se nos ha dicho que debemos dar alojamiento a Monseñor de Pradt, obispo de Poitiers, limosnero del Emperador, y más tarde arzobispo de Malines, tan célebre por su adulación y por su ingratitud con Napoleón, después de su caída. Me desagrada tener que hospedar a semejante personaje. Lyón, 26 de abril de 1805.
Yo creo más correcto que el señor.. Jacobo se detuvo sonriendo, como si ignorase el nombre de su antagonista diplomático, y la marquesa le apuntó muy formalmente: Antonelli... Así no saldremos de faldas. ...que monseñor Antonelli exponga antes la suya... El mundo ha sido siempre el decano del cuerpo diplomático.
Cuidando de la buena reputación del clero, tuve intenciones de hacerla desaparecer; pero ya Arturo se había apoderado del billete, y al ver yo su turbación, creí un instante, Dios me perdone tan mal pensamiento, que monseñor y su sobrino habían sido rivales, ignorándolo ambos. ¡Pobre niña!... ¡Pobre niña! exclamó Arturo. ¡Qué nobleza, qué generosidad, qué tesoro poseía en ella!
Palabra del Dia
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