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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Hipnotizados por la lluvia de monedas de plata que preveían, tenían una actitud grave y recogida, no faltaban a una genuflexión y presentaban las vinajeras o transportaban los Evangelios con una solemnidad digna de otro marco. Todos trataban de excederse a mismos.

Con esto se tranquilizó el joven comprendiendo que las miradas no eran más que la inspección médica de todos los días. Comieron y se prepararon para salir. El criminal se embozó bien en la capa y apagó la luz de su cuarto para coger los restos de la víctima y sacarlos ocultamente. Como las monedas que en el bolsillo del pantalón llevaba no eran paja, se denunciaban sonando una contra otra.

Le satisfizo mucho encontrar en su bolsillo una monedita de cinco copecks para pagar el billete; se figuraba que los espías sólo llevaban monedas de cobre o billetes de Banco sucios, viejos, casi rotos; no se puede pagar a los espías en buen dinero; de lo contrario, serían gentes como las demás.

Si la premura era grande, hacía descolgar un tapiz, negociar una joya o pagar ciertos gastos con las piezas de su innumerable vajilla, cuyos platos, fundidos en las minas de América, hacían fácilmente las veces de monedas enormes. El era, sin embargo, harto sobrio.

Conocedor Joaquín de la manera de tocar ciertos registros del alma humana y de los efectos de la sorpresa teatral en los sentidos del hombre, y más aún de la mujer, llegose a la chimenea, tomó de ella una cajita, abriola y mostró a los ojos admirados de Isidora porción cumplida de dinero, monedas de oro y plata, y dos o tres manojillos de billetes de Banco.

Pagó por nosotros y salímonos del pueblo para el puerto, enfadados del término del ermitaño y de ver que no le habíamos podido quitar el dinero. Topamos con un genovés, digo con uno de estos antecristos de las monedas de España, que subía el puerto con un paje detrás, y él con su guardasol, muy a lo dineroso.

Y allí estaba Visanteta, la pobre enferma, sentada en la puerta de la ermita mirando fijamente su delantal, como hipnotizada por el brillo del puñado de plata; duros, pesetas dobles y sencillas, monedas de cincuenta céntimos; todo el contenido del bolso; hasta un botón de oro que debía ser de algún guante. Rafael participaba del asombro. ¿Pero quién era aquella mujer?

Don Juan permaneció un instante silencioso y luego dijo: Bueno, pues lo primero es que me averigües, con seguridad, si están casados, y el punto, el pueblo donde está él, y qué empleo tiene. Además, le entregarás esta carta a la señorita... y esto para ti. Dicho lo cual, alargando la mano por bajo de la mesa, colocó sobre la falda de Julia cinco monedas de a duro.

Comió y bebió el ermitaño con tan buen humor como el dia ántes; y dirigiéndose luego al criado viejo que no quitaba la vista de uno y otro porque no hurtaran nada, y que les daba priesa para que se fuesen, le dió las dos monedas de oro que habia recibido aquella mañana, y agradeciéndole su cortesía, añadió: Ruégoos que me permitais hablar con vuestro amo.

Respondíle que las monedas pocas que poseía no guardaban tal proporción; pero que para gastarlas nada importaba aquella para circunstancia muy extraña.

Palabra del Dia

bagani

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