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En su masa encefálica reside la mónada representativa donde están en cifra toda la Naturaleza y cuanto hay ó puede haber más allá: lo existente y lo posible. Había inventado este mago varias pociones que excitaban y movían la tal mónada á desenvolver y á sacar á relucir ya esto, ya aquello de cuanto en ella había envuelto.

Ante orden tan perentoria, Ramón comprendió que había hecho mal en mostrar a la niña la pequeña prisionera... Y la soltó, porque sabía que los deseos de la niña debían siempre respetarse. La laucha corrió a esconderse debajo de un armario... ¡Es una monada! exclamó Lita batiendo palmas con alegría. ¡Su mamá va a ponerse muy contenta cuando la laucha vuelva a la cuevita!

Se quedó adormecida, y medio soñando, medio imaginando voluntariamente, sentía que una criatura deforme, ridícula, un vejete arrugadillo, que parecía un niño Jesús, lleno de pellejos flojos, con pelusa de melocotón invernizo, se la desprendía de las entrañas, iba cayendo poco a poco en un abismo de una niebla húmeda, brumosa, y se despedía haciendo muecas, diciendo adiós con una mano, que era lo único hermoso que tenía; una mano de nácar, torneadita, una monada.... Y ella le cogía aquella mano, y le daba un beso en ella; y decía, decía a la mano que se agarraba a las suyas: «Adiós... adiós...; no puede ser... no puede ser...; no sirvo yo para eso.

Tales prendas, blanquísimas, adornadas con bordados y encajes, zahumadas con espliego, templaditas al sano calor de la camilla calor doméstico si los hay las tenía el capellán muchas veces en el regazo, mientras la madre, con la niña tendida boca abajo sobre su delantal de hule, pasaba y repasaba la esponja por las carnes de tafetán, escocidas y medio desolladas por la excesiva finura de su tierna epidermis, las rociaba con refrescantes polvos de almidón y, apretando las nalgas con los dedos para que hiciesen hoyos, se las mostraba a Julián exclamando con júbilo: ¡Mire usted qué monada..., qué llenita se va poniendo!

Primeramente colocó en el centro de la entrada la mesita blanca de pino en que comía la familia, cubriéndola con una sábana y clavando los extremos con alfileres. Encima tendió una colcha de almidonadas randas, y puso sobre ella el pequeño ataúd traído de Valencia, una monada, que admiraban todas las vecinas: un estuche blanco galoneado de oro, mullido en su interior como una cuna.

1.º Tan lejos está Leibnitz de la identidad universal, que establece una pluralidad y multiplicidad infinitas: sus mónadas son seres realmente distintos y diferentes entre . 2.º Todo el universo compuesto de mónadas ha procedido segun Leibnitz, de una mónada infinita; y esta procedencia no es por emanacion sino por creacion.

¡Ah!... ¡Soy una monada!... contestó éste riendo de nuevo como lo había hecho durante todo el diálogo sostenido con su amigo de la infancia Ricardo Merrick, cuyo estado moral combatía desde algunos meses, como combatía también el de otro amigo, Lorenzo Fraga, con quien conservaba desde la escuela un hondo afecto, realmente fraternal.

¡Ya lo creo!... Desde el balcón, como cantaba la Nilson en Viena; y luego obsequió a la concurrencia con carramelos y cigarritos... ¡Qué monada!... De seguro que este invierno tendrá recepciones. ¡! Para los ciudadanos sans culottes. ¡Polaina! exclamó Diógenes . En cuanto cuelgue un jamón en la puerta, tiene allí a Madrid entero, y , Curra, irás la primera.

Una risa entre picaresca y celestial alegraba tan linda obra de la naturaleza. Nucha le plantó un beso en cada carrillo. ¡Qué monada! ¡Dios lo bendiga! ¿Cómo te llamas, pequeño? Perucho contestó el pilluelo con sumo desenfado. ¡El nombre de mi marido! exclamó la señorita con viveza . ¿Apostemos a que es su ahijado? ¿Eh?

3.º En la mónada infinita ó en Dios, pone Leibnitz la razon suficiente de todo. 4.º El conocimiento les ha sido dado á las mónadas libremente por el mismo Dios.