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Actualizado: 23 de junio de 2025


Era un hombre pequeño y grueso, de cuello corto, rostro mofletudo y rojo, o por mejor decir, morado; los ojos claros y redondos, como trazados a compás; ágil en sus movimientos, a pesar de la obesidad, y fuerte como un atleta.

A veces Liette se detenía pensativa al ver dos novios que se dirigían lentamente al pueblo o algún robusto labrador que hacía saltar alegremente en sus brazos algún mofletudo muchacho.

Se guardó el cigarro bajo la blusa, y el recuerdo de este compañero, que a aquellas horas vagaba seguramente muy lejos de allí, le hizo sonreír con una alegría feroz. El vino había animado a Plumitas. Era otra su cara. Los ojos tenían unos reflejos metálicos de luz inquietante. El rostro mofletudo contraíase con un rictus que parecía repeler su habitual aspecto de bondad.

Después pasó una mujer pequeña y enflaquecida, una pobre obrera de las que habitan en la otra orilla del río. Cansada del trabajo, sostenía en un brazo la pesada cesta y un chicuelo mofletudo que se agitaba con nerviosa alegría, mientras tiraba con la otra mano de un galopín de cinco años que se obstinaba en no andar por habérsele desatado el zapato.

Siguióles un obeso franciscano, mofletudo y sonriente, que detuvo á Roger para preguntarle si no había por allí cierta venta famosa por sus tortas de anguilas; y como el joven le contestase que siempre había oído poner por las nubes los guisos de anguilas de Solent, el epicúreo padre tomó el camino de aquel pueblo relamiéndose de gusto.

Cuando paró el tren, nuestra víctima se apresuró a salir sin despedirse, dio un gran golpe a la portezuela y no volvimos a verle más. Conozco a la hermana San Sulpicio. El ómnibus saltaba por encima de las piedras sacudiéndonos en todos sentidos, haciéndonos a veces tocar con la cabeza en el techo; yo llegué a besar, en más de una ocasión, con las narices el rostro mofletudo de D. Nemesio.

Vamos, quedaos siquiera un día sin ostras, amigo Oliver, exclamó el barón riéndose, que si hoy habéis perdido vuestro plato favorito en cambio volvéis á ver á un amigo, á un compañero de armas. ¡Por San Martín! gritó el mofletudo personaje, olvidando toda su cólera. ¡Vos, Sir León, el paladín del Garona! ¡Bienvenido seáis!

En el centro del corro el mofletudo y enrojecido rostro del juglar, cantando con mucha expresión las populares estrofas; el grupo de oyentes, el arquero Simón llevando el compás con la cabeza y con la mano, y el exnovicio Tristán, que no era de los menos complacidos con el canto de maese Lucas, á juzgar por la sonrisa que animaba su rostro bonachón.

A su izquierda veía otra mujer, pero no pudo reconocerla. Lo único que pudo distinguir fue un velo de encaje, dos grandes alas de cachemira y dos garras de diamantes. El conde se paseaba con paso agitado: iba de una a otra mujer y les hablaba al oído. Finalmente, el techo se abrió, descendiendo un hermoso niño mofletudo, parecido a esos querubines que guardan los tabernáculos de las iglesias.

Todos querían ver á los contendientes y se empujaban, ansiando pasar su mirada por encima de los hombros que tenían delante. El barrenador guipuzcoano era un mocetón mofletudo, de ojos abobados, ruboroso y con cierto miedo, al verse objeto de todas las miradas.

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