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Actualizado: 8 de junio de 2025
Y lo que de esta insinuación me ha de dar V. md. en agradecimientos, démelo en puntualidades, que me serán la verdadera satisfacción; y en el ínterin que se logra, hágame V. md. el gusto de enviarme, también con las comedias, una memoria aparte de los títulos de todos sus autos, y trate V. md. de no negárseme á uno ni á otro, engañando su modestia con su atención.
El escritor de costumbres no escribe exclusivamente para esta o aquella clase de la sociedad, y si le puede suceder el trabajo de no ser de ninguna de ellas leído, debe de figurarse al menos, mientras que su modestia o su desgracia no sean suficientes a hacerle dejar la pluma, que escribe imparcialmente para todos.
La verdad es que estaba muy hermosa con aquel aire de modestia y de piedad recatada, con aquella frente purísima, algo grande, algo convexa... y, sin embargo, llena de expresión familiar, dulce, y en aquel momento religiosa; las ondas del cabello claro, sirviendo de marco vaporoso a la curva suave de aquella frente pura y blanca, eran símbolo de una idealidad que se perdía en el ensueño poético.
Se le plantó delante y le dijo de manos á boca: ¿Conque ya no está Soledad contigo? Eso parece respondió el majo con su habitual desenfado. ¿Y por qué la has echado, niño? Eso está muy feo. Yo no la he echado. Se ha ido ella replicó con orgullosa modestia, seguro de no ser creído. ¡Vamos, hijo, no te diviertas!
Andarían sueltas por ahí, perturbando la tranquilidad de la República; molestarían á los hombres tímidos, inclinados á la modestia y el recogimiento, y ¡quién sabe si acabarían por raptarlos!... Con el ejército, estas energías sueltas se canalizan hacia la gloria militar, y aunque la tal gloria no exista, su ilusión nos proporciona la tranquilidad.
Aquel lenguaje periodístico tan animado y fogoso, aquellos tan nobles pensamientos, el entusiasmo por los intereses de Sarrió, la franqueza y la modestia que en él resplandecían, llenó de júbilo los corazones y les hizo presentir una era de prosperidad y bienandanza. Por la noche, la orquesta, dirigida por el señor Anselmo con su gran llave lustrosa, dió serenata a la redacción.
Es también mi opinión, mi tío, díjele bajando los ojos con modestia. Ah ¡esa es tu opinión! Ya lo creo. Y la de mi cura y la de... Mas, aquí tenéis una carta que me ha dado el cura para vos, mi tío. ¿Y porqué no ha venido? No podía: algunas ceremonias religiosas le retenían en su parroquia. Lo siento; me hubiera alegrado mucho viéndole. ¿No tienes sombrero, sobrina? Sí, tío; está en mi bolsillo.
Sólo le restaban a Febrer unos miles de duros: tal vez no llegarían a quince; pero mejor era esto que vivir en su antiguo ambiente de gran señor sin tener que comer y sometido a las exigencias de los acreedores. «Ya es hora de que vuelvas. ¿Qué haces ahí? ¿Vas a estar toda tu vida como un Robinsón en esa torre de piratas?» Debía volver inmediatamente, para vivir en alegre modestia.
Así la novela, como hija de distintos progenitores, venía á ser la cosa más pintoresca, variada y original del mundo, y bien podía decir su autor: «yo, el menor padre de todos....» Imprimía, porque ningún editor la quería tomar, aunque yo, llevando mi modestia hasta lo sublime, la daba por ochenta reales al contado, y otros ochenta, pagaderos á plazos de dos duros en dos años.
Patrón, aquí lo tiene... Más vale que se haga hombre á su lado que en otra parte. Y le presentaba el pequeño mestizo. ¡Uno más y ofrecido con esta sencillez!... «Falta de religión y buenas costumbres.» Con repentina modestia, dudaba de la veracidad de la mujer. ¿Por qué había de ser precisamente suyo?... La vacilación no era, sin embargo, muy larga. Por si es, ponlo con los otros.
Palabra del Dia
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