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Actualizado: 8 de junio de 2025


Sus malos compañeros, deseosos de humillarle, y tal vez fiados en que Plácido era pacífico y sufrido, se encararon con él, aunque él se apartaba de ellos con mansedumbre y modestia, y llegaron dos de los más insolentes al último extremo de la injuria. Recordando la obscuridad de su origen, se la echaron en rostro y calificaron a su madre de la más infame manera.

El año anterior había llegado á diez y seis millones: más de un millón por mes. Para un particular era fabuloso. Y la Lubimoff, que por unos momentos había recobrado su buen sentido, añadió luego con modestia: Pero para una reina no es gran cosa.

La voz de Toledo al decir esto era tan desolada como fué la del príncipe al enumerar á sus amigos las ventajas de vivir alejados de la mujer. En cambio, Miguel aceptaba ahora la dominación femenil, y casi envidió á este sabio porque volvía á su antigua modestia para encontrar con más frecuencia á Valeria. El era menos dichoso.

Es el caso dijo sin modestia el héroe que necesita uno condecorarse a propio, puesto que nadie se toma el trabajo de hacerlo. En cuanto a la entrada de este caballerito en la orden, venga en buen hora; pero sepa que los nuestros hacen vida ascética durmiendo en una tarima y teniendo por almohada una buena piedra. De este modo se fortalece el hombre para las fatigas de la guerra.

Cuando el presidente dio la orden de hacerla pasar, hubo un prolongado rumor en el auditorio, al cual siguió silencio sepulcral. Todos los ojos estaban vueltos hacia la puerta con expresión de intensa curiosidad. Pareció, al fin, la hija de Osuna. Vestía con modestia y elegancia al mismo tiempo.

Su afán de saber se despertó como nunca, comparándose con el Padre y notando cuán ignorante ella era: y, aunque el Padre no hacía ostentación de su ciencia, ella le excitaba a que hablase, con mil preguntas, a las que el Padre, por más que por modestia lo repugnara, tenía al fin que responder.

Por tal me tengo, modestia aparte. Soy honrado con los hombres y honro y respeto a las mujeres, señor mío. Me dirigió una mirada iracunda. ¿Vive su madre de usted? proseguí. No, ha muerto. Tanto mejor para ella dije, gozándome al oír la maldición que me lanzó entre dientes. Y ahora, oigamos ese mensaje.

La sencillez y la modestia de este santo varón no habían dejado ver á D. Fadrique la inmensa importancia que durante su larga ausencia había adquirido. Como predicador, gozaba el padre de extraordinaria nombradía por toda aquella comarca. Era igualmente celebrado por los tres estilos que tenía de predicar.

La modestia, la pobreza, el aburrimiento; una mesa frugal, una chimenea sin fuego. Y si él goza de mejores cosas en la calle, ¡dichoso él! No decirle nada, pues, y que haga lo que le su real gana. Verás cómo se abre camino, porque es muy inteligente y tiene grandes aspiraciones.

El ayudante de marina pronunciaba las erres con la garganta, produciendo un sonido muy semejante a la jota. Hubo un murmullo en la asamblea de asentimiento y simpatía por la modestia que resaltaba en aquella proposición. ¿No está por ahí don Pedro Miranda? preguntó Peña, sereno ya, volviendo a adquirir la resolución militar que le caracterizaba. Aquí está... Aquí dijeron varias voces.

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