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Actualizado: 21 de julio de 2025
Sucedió, pues, que, yendo días y viniendo días, la niña Antonomasia llegó a edad de catorce años, con tan gran perfeción de hermosura, que no la pudo subir más de punto la naturaleza. ¡Pues digamos agora que la discreción era mocosa! Así era discreta como bella, y era la más bella del mundo, y lo es, si ya los hados invidiosos y las parcas endurecidas no la han cortado la estambre de la vida.
De todas estas grandes y mínimas partes se compone un buen caballero andante; porque vea vuesa merced, señor don Lorenzo, si es ciencia mocosa lo que aprende el caballero que la estudia y la profesa, y si se puede igualar a las más estiradas que en los ginasios y escuelas se enseñan. -Si eso es así -replicó don Lorenzo-, yo digo que se aventaja esa ciencia a todas.
Mas como no hay dicha completa en corazón humano, junto de este regocijo se alzó en su pecho un mal sentimiento, un odio terrible hacia don Juan, que había jugado con él como con un chiquillo. «Sí iba gruñendo entre un diente sí y otro no, pues los tenía salteados ; he sido tapadera, Celestina macho, alcahuete sin saberlo... ¡Yo haciendo el buey con la mocosa de la chiquilla en el pasillo, y él encerrado con la otra... sabe Dios! ¡Ah, don Juan de los demonios, ya me las pagarás algún día! ¡Pensar que la trastuela no me dejó... ni una vez!»
D. Protocolo, ¿usted por aquí? ¿Cómo está la señora doña Circunspecta? ¿Va usted al baile del barón de Simiringande? ¿Qué dice hoy la <i>Gaceta</i> de Pliquisburgo?... Eh... eh... exclamó D. Paco, queriendo contener la risa que le embobaba . Miren la mocosa cómo habla, haciéndose la señora mayor.
El general, que no tenía noticias muy exactas de lo que había sucedido a Santa Eulalia con Calfurniano, creyó buenamente que aquella mocosa quería burlarse y exclamó dando un tremendo puñetazo sobre la mesa: Oiga usted, señorita, ¿sabe usted con quién está hablando? ¿Sabe usted que soy el gobernador militar de la provincia y que nunca he tenido afición muy decidida a las bromas? ¿Sabe usted a lo que se expone al querer burlarse del respetabilísimo consejo de guerra que en este momento presido? ¿Sabe usted que me están dando intenciones de mandarla a usted a la cárcel y encerrarla en un calabozo y tenerla allí a pan y agua hasta que se pudra?... ¿Lo sabe usted, eh?..., ¿lo sabe usted?... ¿Eh?..., ¿eh?...
Lo has hecho, indudablemente, sin saber lo que hacías, porque tú eres buena y espero que el arrepentimiento te volverá á la gracia de Dios. ¿Tú sabes lo grave que resulta tu falta? ¡Una muñeca como tú, una mocosa que debe vivir agarrada á las faldas de su madre y no sabe una palabra de lo que es el mundo, querer arreglarse por sí misma el porvenir, y engañar á mamá, escuchando las proposiciones de un hombre, sin saber si éste puede ser del gusto de sus padres y de las personas de buen consejo que los rodean!
Pasábase horas y horas correteando sin objeto al través de la ciudad, y volvía a casa con los pies descalzos y manchados de lodo, la saya en jirones, hecha una sopa, mocosa, despeinada, perdida, y rebosando dicha y salud por los poros de su cuerpo.
«Y tú, linda mocosa, ¿no comes? añadió la vieja . ¿O es que te has vuelto tan pava y tan persona decente que no te gustan estos guisos ordinarios? Vamos, que para otro día te pondré alas de ángel... Se conoce que allá en el Tomelloso se estila mucha finura». Isidora no contestó. Parecía que estaba atormentada de una idea.
Creyendo reconocerle, pero resistiéndose a dar crédito a sus ojos, pensó: «Parece imposible que descuide al niño de este modo. No, no puede ser. ¿Cómo es posible que esta criatura sucia, desarrapada y mocosa, sea el angelito vestido de encajes a quien vi en el Paseo de Coches?» Subió los seis tramos que le faltaban y tuvo que detenerse a respirar. ¿Por cansancio? No. ¿Por miedo? Tampoco.
Palabra del Dia
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