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Actualizado: 29 de junio de 2025


El mocetón grave, de carácter áspero, tuvo para el pequeño dulzuras y atenciones que sorprendían á la familia. Cuando el gabarrero iba á Bilbao, llevábase á Luis, dejándolo en las banquetas de los escritorios mientras ajustaba con los señores la cuenta de sus viajes.

La civilización, hija, es mucho cuento. ¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño.

Unos cuantos pasos más, y se quedaba dentro para siempre.... De pronto, Juanito se sintió cogido por los brazos, zarandeado y empujado hacia atrás con tal fuerza, que estuvo próximo a caer. Pero ¿adonde va usted? ¿Está usted loco...? El que le hablaba era el guardavía, un mocetón de blusa azul con iniciales rojas.

Al contrario: debe ser un mocetón enérgico, muy caballero, bastante aficionado a las muchachas lindas... Y, a propósito, hijo mío, te voy a dar un buen consejo. vas a tener una mujer joven.

El suboficial que mandaba la escolta habló en alemán con el comandante, y mientras tanto la mujer se dirigió á Desnoyers. Mostraba una repentina serenidad al reconocer al dueño del castillo, como si éste pudiese salvarla. Aquel mocetón era hijo suyo. Estaban refugiados desde el día anterior en la cueva de su casa incendiada.

Llamado por Fernando, a quien Estefanía dió el encargo, no tardó en presentarse en la puerta del gabinete el cocinero, con los atavíos del oficio, esto es, con mandil y gorra blanca; todo blanquísimo. Era un mocetón de treinta años, de rostro fresco y no desgraciado, con largas patillas negras.

Entró en la casa, y María de la Luz, al asomarse tras la cortina de percal de su cuarto, lanzó un alarido. Olvidando todo pudor, la muchacha salió en camisa a ayudar a su padre, que apenas podía sostener al mocetón, pálido con palidez de muerte, con las ropas salpicadas de sangre negruzca y de otra fresca y roja que caía y caía por debajo de su chaquetón, goteando en el suelo.

Como él no hay otro en la Guardia Blanca. ¡Que cante, que cante! ¡Alto ahí! dijo entonces el capitán Golvín. Para entonar unas trovas como Dios manda nadie mejor que el mocetón éste. Y al decirlo puso la mano en el hombro de Tristán. Muy cierto es, que á bordo del galeón parecía rugir la tempestad cuando él cantaba "Las campanas de Milton." Ó "La Molinera de York." ¡Anda, Tristán!

Este no me asustaba, sino el mocetón de allá abajo... No entiendes nada de esto, Rojillo me dijo mi camarada riéndose. Y sin temor ninguno, con las alas abiertas de par en par, alzó el vuelo casi entre las piernas del terrible cazador de las patillas.

Y el recién llegado hablaba y hablaba, para satisfacer su curiosidad ansiosa de novedades. En la terraza del fumadero encontraron a todos los Kasper sentados a una mesa gravemente, como si celebrasen un consejo de familia. Frente a Nélida estaba un mocetón alto, tostado por el sol y de mirada dura. Maltrana pasó rápidamente mirando a otro lado, cual si quisiera evitarse saludos y presentaciones.

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