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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Quilito se le había figurado muy feo y muy tipo, porque misia Gregoria no hablaba de él sino para motejarle de renacuajo, y cuando le vió en Palermo, al lado de Jacinto, después de muchísimo tiempo que no le veía, con su carita de querubín, blanco y rubio, muy derecho, muy bien vestido, parecióle un hijo de lord, y contestó afectuosamente a su saludo.

7 Cuando llegaron a Misia, intentaron de ir a Bitinia; mas el Espíritu no les dejó. 8 Y pasando a Misia, descendieron a Troas. 9 Y fue mostrada a Pablo de noche una visión: Un varón Macedonio se puso delante, rogándole, y diciendo: Pasa a Macedonia, y ayúdanos.

Las tres ramas Nuezvana, Ponce y Ebro fueron poco fecundas y todo vino a caer en manos de mi distinguida visitante y de dos hermanas estériles, ya difuntas, a quienes heredó misia Melchora. Esta excelente señora hubo de su matrimonio un hijo, padre de Carlitos Nuezvana, y varias hijas, casadas con lo mejorcito de nuestra sociedad. Así, pues, misia Melchora es archimillonaria.

El poco caso que hace Dios de la plata se nota por la gente a quien se la concede respondo gravemente y un poquito amostazada; pero misia Melchora no comprende este concepto místico, escudo con que los pobres se defienden contra la vanidad de los ricos. Carece, igualmente, de apellido. No, misia Melchora, eso no; lleva uno muy bonito, muy sonoro, muy armonioso: Garaizábal.

Uno de los motivos de envanecimiento de misia Melchora es la existencia actual del duque de Nuezvana, que tiene el derecho, como grande de España, de presentarse cubierto ante los reyes.

Tómenla, ¡yo no la quiero, no la quiero!... Misia Casilda, acariciando la cabeza rubia, murmuraba: ¿Ves? si yo te lo decía, yo te lo decía... Luego, ensayó arrancarle aquellas ideas disparatadas. No hables así, Quilito, mira que Dios te está oyendo; no te aflijas tanto, hijo mío, quizá todo pueda arreglarse. ¡Has perdido! es una desgracia, pero trataremos, unidos, de remediarla.

El silencio se hacía embarazoso. Misia Casilda dijo, mirando a Susana: ¿Esta es la mayor, Gregoria? contestó la de Esteven, la mayor. Y a Angelita, ¿no la conoce usted, tía Silda? intervino la niña, viendo que el silencio volvía. La conozco, , de vista. La llamaré... Déjala; no quiero molestarla. Voy a llamarla. Y escapó. Las dos hermanas, solas ya, mirábanse de reojo.

Y la de Esteven: ¡No me ha preguntado por Bernardino! ¡qué rencorosa es!... he de insistir en lo de nuestra ruina, porque viene a pechar... ya me ha echado una indirecta sobre la estancia. Vino Susana con Angelita, y ésta, desgreñada, mordiéndose las uñas, se paró delante de misia Casilda, con aire de pifia... Esta es Angelita dijo Susana risueña, presentándosela. Abraza a la tía Silda, Angelita.

Es triste le repliqué; ser de un hombre a quien no se ama, debe ser algo terrible en la vida... No lo creo. Se puede amar al marido, amarlo como a un amigo... al fin el marido no es otra cosa a la vuelta de diez años. ¿Cómo concibe que don Ramón, su tío, esté enamorado de misia Medea? ¡Imposible! ¡No, Blanca!

Además, con cualquier apellido es posible la vida. La aristocracia, bien mirada, es lo mismo que la democracia. Todo surge de la nada y vuelve a la nada, misia Melchora. Pero mientras se vive, conviene ser alguien en el mundo. Nacemos, sufrimos, morimos y nos olvidan. He ahí todo. El resto es espuma, aire, humo, ruido. Pero, Inesita es alguien. Y si no, pregúnteselo usted a su nieto.

Palabra del Dia

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