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Actualizado: 4 de junio de 2025
Mas a los tres días llegó la carta de Currita, y allí los encontró todos juntos la mísera anciana. Su instinto de madre le hizo adivinar cuanto allí había, y sin proferir una queja ni desplegar los labios lívidos por el dolor y la ira, hizo pedazos los resguardos del Banco, los metió en un sobre con la carta que los acompañaba y lo devolvió todo a la condesa sin añadir una sola letra.
Siéndole imposible conseguirlo, continuó sus hábitos de relaciones familiares con el anciano, proporcionándole de este modo oportunidades constantes para que el vengativo médico, pobre y mísera criatura más infeliz que su víctima, consiguiese el fin á que había dedicado toda su energía.
Lleva la mano al puño de su espada, Y en la patria cautiva, piensa el bravo: No vé sino al tirano y al esclavo, Al verdugo y la víctima infeliz. A espectáculo tal, cae de rodillas Con la vista clavada al firmamento, Y prorumpiendo en dolorido acento: «Oh Patria mia, mísera de tí!»
Con eso, en la obligación De dártela á ti me pones, Si no declaras quién son. Así quedará el secreto En seguridad mayor; Que los secretos, un muerto Es quien los guarda mejor. Pues no te daré la muerte, Caduco, loco, traidor; Sino guardaré tu vida En tan mísera prisión, Que lo prolijo en morir Te saque del corazón A pedazos el secreto. No le ultraje tu furor. No tu saña le maltrate.
El zapatero le parecía más amarillento y triste en el rancio ambiente de su tugurio, encorvado ante la mesilla, martilleando la suela; su mujer más débil y enfermiza, mísera esclava de la maternidad, debilitada por el hambre y ofreciendo como única esperanza al hijo pequeño aquellas ubres flácidas, de las que sólo podía surgir sangre. El pequeñín se le moría.
La visita del libertino y violento Don Tello, no tenía otro objeto que traer á sus manos, por la fuerza, á la mísera desposada, de quien se había enamorado hacía largo tiempo. Rodrigo intenta resistir sin resultado á los raptores, que se alejan con su víctima, dejando al novio entregado á una rabia impotente. Leonor intenta consolarlo, induciéndolo á acudir al Rey Don Pedro, que le hará justicia.
Después de un período de tres o cuatro meses de hazañas si no ha logrado salir de su mísera posición de instrumento la policía, que no le pierde ojo, lo pilla en un renuncio y tiene que confesar su vida y milagros, quedando en la categoría de criollo. ¡Se le acabaron sus privilegios de extranjero! El complemento del pillo es la mujer.
En medio de las preocupaciones, de los errores, de los extravíos de la mísera humanidad, descuella esa fuerza, esa actividad admirable, con la cual el espíritu se lanza fuera de sí propio, conoce lo que no puede ver, y presiente un nuevo mundo que ha de sentir un dia.
Pues los «hombres» contestó el joven con cierta timidez, como si le repugnase mentir creen que esto marcha bien y que muy pronto vendrá «la nuestra». Lo mismo digo yo. Y tras esta afirmación enérgica, que rebosaba fe, el empleado miró con cierta envidia a aquel joven de mísera facha, que podía tratarse de igual a igual con los «hombres».
Le da porque todas nos parecemos a... no sé quién... a los emperadores de Francia... En fin, dejarlo. ¿Estoy en el palacio de la plaza del Ángel? dijo Ponte examinando la mísera alcoba con extraviados ojos. Sí, señor... Arrópese ahora; estese quietecito para que coja el sueño. Luego le daremos buen caldo... y a vivir».
Palabra del Dia
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