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Actualizado: 4 de junio de 2025


No los había visto nunca, por ser una mísera ignorante; pero su abuelo y su padre, grandes «machis», ó sea curanderos mágicos, tenían frecuente trato con estos demonios pequeñísimos. Sólo los sabios indígenas podían conocerlos. Algunos médicos gringos pretendían haberlos visto igualmente, dándoles en su lengua el apodo de «microbios», pero ¡qué sabían ellos!...

A pesar de su carácter rígido, mostrose ofendido por esta falta de esperanza en la regeneración del Barrabás, y eso que él era el primero en desconfiar de su enmienda. Isidro casi olvidó a su hermano. Otras preocupaciones dominaban su pensamiento. Quería salir de su mísera situación antes que se agotase el dinero del libro del marqués de Jiménez, administrado por Feli con escrupulosa economía.

Aresti pensaba en la gente mísera y doliente de las minas. ¡Ay, si aquellos hombres que engañaban su estómago con agua sucia, no teniendo bastantes alubias para llenarlo, escuchasen al poderoso Sánchez Morueta lamentarse en medio de la opulencia de su vida! Entonces, dijo el doctor eres infeliz porque nada te falta, porque posees todo lo que los hombres creen que les puede hacer dichosos.

No había una mancha de prosperidad y riqueza en el mísero mapa de España, que no la ocupasen ellos. En las pobres regiones del interior, condenadas á hambre perpetua y á un cultivo africano, no conocían su existencia. La España mísera quedaba para los curas montaraces y famélicos, para los merodeadores despreciables del ejército de la Fe.

Casi en el centro del gabinete, una mesa, una gran mesa con su cubierta de paño verde, que caía hasta cerca del suelo, dejando ver los pies del mueble, unas garras de león o de grifo que hincaban en sendas esferillas las pujantes uñas, como en mísera presa famélico milano. Cargada de legajos y mamotretos, aquella mesa característica no tenía espacio libre en su ancha superficie.

Y la perspectiva de lograr su propósito contribuía más que nada á ponerles alegres. Al cabo llegaron á la Braña. Sólo se componía de tres casas asentadas sobre una pequeña meseta al pie mismo de la Peña-Mea. Cuando el tío Pacho, padre de Nolo, se había ido á vivir allí con su mujer, hacía treinta años, no había más que una mísera cabaña de madera.

Un macferlán de un negro rojizo servíale de abrigo, y por entre las solapas mostraba con cierto orgullo su único lujo, el lujo de la juventud mísera, una gran corbata de colores chillones, que ocultaba la camisa, y un cuello postizo, alto, de rígida dureza, pero cuyo brillo había tomado, con el uso, una blancura amarillenta de mármol viejo. ¿Qué hay de política? dijo otra vez el empleado.

En lo profundo de su corazón y medio sofocado por el deseo apasionado y el temor, estaba el sentimiento de que no debía esperar aquellos desenlaces, que tendría que aceptar las consecuencias de sus actos, reconocer a su mísera esposa y devolver sus derechos a su hija abandonada. Sin embargo, no tenía bastante valor moral para encarar la posibilidad de renunciar voluntariamente a Nancy.

Veo con satisfacción que estás muy animado. Ya no dudo de tus bríos espirituales. Pero, aunque el espíritu sea fuerte, la carne flaquea, y es menester que se fortalezca tu mísera carne. Así, antes de remozarte, a par que sientas el deseo en el alma sentirás en tu cuerpo debilitado ya por los años el prurito de que se remoce.

El rumor de aquellas niñas era un soplo de alegría que desde la calle subía a las casas, entraba por los balcones invitando a soltar por algunas horas el fardo pesado de los quehaceres, de la ambición, de la envidia, de todas las ruines pasiones que consumen la mísera existencia humana.

Palabra del Dia

estaquis

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