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Actualizado: 26 de junio de 2025
Tres Pesetas, coge por ese brazo al señorito." Tres Pesetas puso su mano sobre el gorro de Elías y se lo tiró al suelo, dejando al aire la pelada calva del anciano. Carcajada sonora acogió este movimiento. "¡Miren que orejazas de mochuelo! añadió el guerrillero, tirándole de la derecha hasta inclinarle la cabeza sobre el hombro.
¡A la, perfección, señor! ¡Si cada que hay una fiesta es la primera! repuso Baldomero, agregando: ¡Y miren que la cortejan!... ¡Pero, señor!... ¡De aquí y de todas partes!... ¡Pero nada!... ¡Yo no sé qué demonios de ideas le han metido en la cabeza a esta muchacha que no quiere saber nada con «nadies»!... Así me ha sabido decir muchas veces: «¡No me hable, Baldomero! ¡Yo no puedo pensar en «nadies» más que en tata!»... ¡Fíjense!... ¡Y tan muchacha que es!... ¡Y tan linda!... ¡Porque miren que como linda, es linda!... ¿No?...
Por esto el alabarse á sí mismo es gradísima necedad, porque como cada uno se estima tanto, creen los demas que se alaba por amor propio, y por la estimacion que se tiene, y no con justicia; y como el que se alaba irrita al amor propio de los demas, él mismo hace que los que escuchan las alabanzas, las miren con tedio, como opuestas á su grandeza, y así estan menos dispuestos á creerlas.
¡Tío...! ¡Don Gabriel...! decía con voz mimosa . Entren ustedes; dentro de casa estarán mejor; miren que, aunque hace sol, la tarde es fría. Pero el tío no prestaba atención a estas palabras y seguía paseando por el lado del claustro bañado por el sol, hablando campanudamente de su tema favorito: de la pobreza presente de la catedral y su grandeza en otros tiempos.
La fe en el porvenir le anima de pronto. El mundo no puede ser eternamente igual: las grandes convulsiones, cuando pasan, no dejan el suelo lo mismo que lo encontraron. ¿Van los hijos á degollarse siempre porque sus padres y sus abuelos se degollaron?... ¿Es preciso que se miren con hostilidad por haber nacido á un lado y á otro de un monte, un río ó un bosque que la política bautizó frontera?
Aplícate la venda, hija, tú que no pareces por mi casa más que por semestres. Yo tengo hijos, querida. ¡Miren ustedes qué disculpa! Yo también los tengo. En Chamartín. Bueno; el tener hijos no te priva de ir al Real y al paseo. Clementina se sentó entre su cuñada y la marquesa de Alcudia. Los demás volvieron a ocupar sus asientos.
Se presenta el rival: se les ata á ambos un cuchillo ó navaja de dos filos al espolón natural, y después de hacer que por algún tiempo se miren uno á otro, se da la señal de principiar el combate, notándose entonces extraordinaria agitación en la concurrencia, hasta que un alguacil anuncia que está terminada ó cerrada la puesta: á cuyo anuncio se sigue un silencio universal.
Muy buena, muy buena contestó mi tío. ¡Pues a mí me parece muy mala! Y a mí también agregó don Juan, haciendo el gesto de asco que le era peculiar. Cosas de muchachos ambiciosos, de mozalbetes: ¡Miren ustedes, qué atrevimiento!
El orgullo no da para el mercado. ¡Ah! ¿y la de Eneene? la mayor, aquella paja larga, que anda como si la llevara el viento, pasó también, con la madre: ¡y miren lo que vale ser hija de ministro! llevaba dos festejantes de escolta, marcando el paso. Por supuesto que el coche, pagado por el Ministerio, estaría en la esquina, esperando.
A despecho de tan mezquino atavío, no sé qué flor de adolescencia empezaba a lucir en su persona; el moreno de su piel era más claro y fino, sus ojos negros resplandecían. ¿Qué tal, eh? murmuró Borrén volviéndose hacía Baltasar y Palacios . Esto empieza a picar como las guindillas.... Miren ustedes para aquí. Y tomado un candelero lo acercó al rostro de la muchacha.
Palabra del Dia
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