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Actualizado: 26 de octubre de 2025


-Y ¿qué has ganado en el gobierno? -preguntó Ricote. -He ganado -respondió Sancho- el haber conocido que no soy bueno para gobernar, si no es un hato de ganado, y que las riquezas que se ganan en los tales gobiernos son a costa de perder el descanso y el sueño, y aun el sustento; porque en las ínsulas deben de comer poco los gobernadores, especialmente si tienen médicos que miren por su salud.

Esta, que también tenía su genio, hervía interiormente en despecho y deseos de revancha. «¡Miren la tía bruja decía para , bebiéndose las lágrimas , con su teta menos...! Mejor tuviera vergüenza de ponerse la teta de trapo para que crea la gente que tiene las dos de verdad, como las tienen todas y como las tendré yo el día de mañana...». Por la tarde, cuando la señora salió, encargando que le limpiara la ropa, ocurriole a la mona tomar de su ama una venganza terrible; pero una de esas venganzas que dejan eterna memoria.

No vayas tan de corrida, Lira, dexame gozar Del bien que me puede dar En la muerte alegre vida: Dexa que miren mis ojos Un rato tu hermosura, Pues tanto mi desventura Se entretiene en mis enojos. O dulce Lira, que sueñas Contino en mi fantasia Con tan suave harmonia Que vuelve en gloria mis penas! Qué tienes? qué estás pensando, Gloria de mi pensamiento?

Los ganados de todas especies se conservan y multiplican muy bien; y, en fin, por cuantos lados se miren estos terrenos se encontrarán los más fértiles y de mejores proporciones para formar una provincia la más comerciante; y, por consiguiente, si no la más rica, a lo menos la más cómoda de todo este virreinato.

Cuando conocí personalmente a este insigne hijo de Madrid, andaba ya al ras con los sesenta años; pero los llevaba muy bien. Era de estatura menos que mediana, regordete y algo encorvado hacia adelante. Los que quieran conocer su rostro, miren el de Rossini, ya viejo, como nos le han transmitido las estampas y fotografías del gran músico, y pueden decir que tienen delante el divino Estupiñá.

Miren también un nuevo caso que ahora sucede, quizá no visto jamás. ¿No veen aquel moro que callandico y pasito a paso, puesto el dedo en la boca, se llega por las espaldas de Melisendra?

¡Buenos días, don Melchor! ¡Cuánto gusto! exclamó palmoteando la dueña de casa. ¡Cómo está, doña Ramona! ¡Para servirlo!... «entre adentro» que está fuerte el sol... pasen, señores. ¿Y Anastasio? Anda por el campo, señor... y ¡miren que han venido temprano!... pero, ¿a qué hora salieron, don Baldomero? No me fijé, amiga... serían las cinco.

Pero si alguna vez vamos dentro del coche, es de considerar que siempre es en el estribo, con todo el pescuezo de fuera, haciendo cortesías porque nos vean todos y hablando a los amigos y conocidos aunque miren a otra parte.

Miren qué casualidad dijo el bufón , que , hija mía, hayas querido venir al alcázar, que el reverendo fray Luis de Aliaga haya querido venir á mi aposento, y que este santo varón encuentre en ti una absoluta semejanza con otra persona. La Dorotea miraba fijamente al padre Aliaga.

Sin este dato, sin esta observacion, sin hallar en las fastos humanos ese fin adorable, esa providencia que triunfa, sin que nadie vea los laureles del triunfo; sin que las cosas se miren así por la razon y por la fe, unidas y hermanadas, no es posible encontrar la filosofía de la historia.

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