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Actualizado: 26 de junio de 2025


Ni por eso se puede decir que miren con fría indiferencia. Sus ojos están llenos de caridad y de dulzura.

¡Por vía de los gatos!, ¡miren quién habla de corazón y de entrañas! replicó Momo ; la que dejó morir a su padre en manos extrañas, sin acordarse del santo de su nombre ni de enviarle siquiera un mal socorro.

Hecho, pues, el general destrozo del retablo, sosegóse un poco don Quijote y dijo: -Quisiera yo tener aquí delante en este punto todos aquellos que no creen, ni quieren creer, de cuánto provecho sean en el mundo los caballeros andantes: miren, si no me hallara yo aquí presente, qué fuera del buen don Gaiferos y de la hermosa Melisendra; a buen seguro que ésta fuera ya la hora que los hubieran alcanzado estos canes, y les hubieran hecho algún desaguisado.

«Miren ustedes... hablando ahora con toda seriedad dijo, después de apurar bien el tema de las comidas, y pasando a ciertas ideas de cultura general . Yo he hecho una observación que nadie me desmentirá. «¡Pero qué tendrán que ver las pulgas...!». ¿Y sostienes que en Francia no hay pulgas? No las hay, créame usted, padrino, no las hay.

Allí me dijeron los criados que sus amos no estaban en casa; y con eso, iban a darme con la puerta en los hocicos; pero no sabían esas almas de cántaro con quién se las tenían que haber. «¡He! les dije ; miren ustedes con quién hablan, que yo no soy criado de nadie ni nada vengo a pedir; aunque pudiera hacerlo, porque en mi casa fue donde recogimos a don Federico, cuando se estaba muriendo y no tenía ni sobre qué caerse muerto

El maíz también se da con gran profusión, siendo de citar muy especialmente el cayo ó sea el algodón boboy que se produce admirablemente por estacas, siendo deplorable que aquellos naturales miren su cultivo con gran desdén. A poco más de 6 km. de Libog se asienta el pueblo de Bacacay, nombre derivado de bagacay que significa caña basta ú ordinaria.

Pues miren cómo la da un beso en mitad de los labios, y la priesa que ella se da a escupir, y a limpiárselos con la blanca manga de su camisa, y cómo se lamenta, y se arranca de pesar sus hermosos cabellos, como si ellos tuvieran la culpa del maleficio.

Los duraznos los comimos anoche intercedió Melchor, pero yo no me he comido el moño. ¡Ni yo! ¡Ni yo tampoco! Yo decir dijo Baldomero, que anoche cuando la puse aquí lo tenía. Se lo habrán comido los ratones dijo Ricardo. ¡Eso ha de ser! dijo irónicamente Baldomero, agregando: ¡Miren que no haber caído en la cuenta! A propósito, Baldomero, ¿quiere pedir la cuenta a Garona?

Cualquiera diría que no rompe plato, y es capaz de sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. ¿Si no conoceré yo las uvas de mi majuelo? ¿Conque te apestan las barbas? ¡Miren a la remilgada de Jurquillos, que lavaba los huesos para freírlos! ¡Pues has de ver toros y cañas como yo pille al alcance de mis uñas al barbilampiño que te baraja el juicio!

Pero ¿qué cara es ésa, niño? ¿Dónde te has metido, lechoncillo?... Señores, miren ustedes qué cara añadió cogiéndole por la cabeza y presentándonoslo, sonriendo. ¿Habrá cosa más chistosa en el mundo? ¿No da ganas de comérselo? Y sucio y asqueroso como estaba, le repartió en el rostro unos cuantos besos.

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